Autor | Jaime Ramos
Uno de los rasgos más definitorios de una ciudad inteligente se encuentra en su capacidad de asimilación de nuevas tecnologías. Pero, ¿qué entendemos por tecnología para smart cities? No, no se trata de una enumeración de ingenios “que hacen la vida urbana más fácil”.
Coches autónomos, Big Data, robots, auto-abastecimiento energético, servicios públicos a distancia… materializan en la superficie el grado de inteligencia urbana. Sin embargo, su integración parte de una ecuación más compleja.
Para despejarla, hay que considerar que estas soluciones de las ciudades inteligentes se interrelacionan de forma estrecha y producen efectos a muchos niveles. Precisamente, el valor de la revolución tecnológica que vivimos es que la introducción de una tecnología trae consecuencias en otros niveles. Por eso, muchos expertos utilizan el calificativo orgánico e imaginan la smart city como una entidad viva.
¿Qué es la tecnología inteligente?
La tecnología inteligente aplicada a ese ser vivo le permite escalar posiciones evolutivas, como si del monolito de “2001: Una odisea espacial” se tratase. Es decir, no solo se persigue mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sino de predecir y acometer próximos desafíos que, incluso, ponen en entredicho la supervivencia.
Por ejemplo, en 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en una ciudad. Esta sencilla estadística pone en riesgo las constates vitales de cualquier espacio urbano en términos muy básicos de refugio, abastecimiento o sostenibilidad. Recurrir a la inteligencia tecnológica supone explorar un camino inédito para combatir estos retos.
¿Qué tecnologías usan las ciudades inteligentes?
Big Data
El conocimiento y la información son grandes poderes. La máxima de la filosofía empirista se traslada a nuestros días en el desarrollo del Big Data. Ahora, el poder no solo consiste en conocer, sino en la gestión masiva de ese conocimiento y de sus usos.
De ahí que el Big Data se entienda como el nuevo petróleo. La explotación de las grandes masas de datos resulta clave para administraciones públicas y corporaciones privadas a la hora, por ejemplo, de tramitar millones de expedientes o controlar flujos de transporte.
El Big Data debería estar encaminado a reforzar los valores democráticos, la seguridad o la inclusión social de las ciudades. Una suerte de oráculo o de “psicohistoria” que aspira a solucionar problemas actuales o antes de que aparezcan aquellos que están todavía por llegar.
Inteligencia artificial
Por supuesto, el ser humano va a necesitar una “pequeña” ayuda para manejar este tráfico de información. La está encontrando gracias al devenir de la inteligencia artificial. La carrera por que las máquinas integren los procesos humanos está en pleno desarrollo. En los próximos años habremos de lidiar con los conflictos éticos que surgirán de su participación, como ocurre con la aplicación de los algoritmos de reconocimiento facial. Esta última tecnología puede contribuir a incrementar la seguridad y reducir crimen, y al mismo tiempo entra en contradicción con valores fundamentales como la privacidad o la no discriminación.
La cara más visible de esta cuarta revolución industrial que constituye la automatización la encontramos en los robots. Si un gigante como Amazon contaba en 2013 con un millar de ellos, en la actualidad ya supera los 100.000. Las futuras décadas serán, sin dudas, robóticas.
Como ocurre con el Big Data, el verdadero potencial de la inteligencia artificial está, no en lo que puede hacer por nosotros, sino en las soluciones genuinas que nos aportará gracias al machine learning.
Internet of things en las ciudades
El IoT se descubre como uno de los avances más palpables y orgánicos de una ciudad inteligente. La integración de sensores y objetos en la nube ha abierto un mundo de posibilidades en todos los departamentos urbanos, desde el control de los flujos energéticos, el tráfico o cualquier incidencia en tiempo real.
El objetivo del IoT es potenciar la digitalización y la interoperabilidad de los servicios y prestaciones de una ciudad. Es lo que pretende a escala europea el proyecto Vicinity. Así, cobran sentido otras aplicaciones o dispositivos que han nacido de la mano de la conectividad, que conforman el ADN de esta revolución para la vida, y hasta la muerte, en las ciudades.
Conectividad
Y si hablamos de conectividad, no podemos obviar en materia de infraestructura otro de los pilares tecnológicos de las ciudades: las redes de comunicación inteligentes. En la actualidad, esto se vincula de forma poderosa a la implementación del 5G, pero no es el único campo en el que trabajan las telecomunicaciones.
El 5G contribuirá al perfeccionamiento del IoT al permitir la interconexión de hasta 20.000 millones de dispositivos. Además, también ayudará en términos de sostenibilidad energética.
Hacia un modelo de sostenibilidad
La reducción de la factura energética explorando nuevas formas de producción y gestión de los modelos existentes resulta imprescindible para hablar del futuro (o de vida en la corteza terrestre). Es otro factor estructural que se integra en la genética de las tecnologías para ciudades inteligentes.
Lo encontramos en la explotación de energía renovables o en la gestión de los residuos. En esta guerra contra la contaminación, puede que tengamos varias batallas por perder todavía.
Iluminación inteligente
Las soluciones vistas hasta ahora aportan una nueva perspectiva estructural. Sin embargo, existen otros tantos desarrollos relacionados y que propician alternativas sostenibles. Tal es el caso de los sistemas de iluminación inteligente. En ciudades como Copenhague han demostrado un ahorro energético de hasta el 65%. Igualmente, suponen una luz de esperanza para el problema creciente de la contaminación lumínica.
Las redes de transporte de una ciudad inteligente
El transporte será uno de los escenarios que más desarrollos reciba. La electrificación y la conducción autónoma guían en la actualidad a la industria de la automoción. La primera pasa por el perfeccionamiento de las baterías; la segunda, por el tremendo reto que supone la aplicación de la inteligencia artificial a la movilidad.
Sin embargo, no son las únicas tendencias. En el horizonte se vislumbran nuevos modos de comunicación urbana en los que los coches no ocupan un papel tan protagonista y en los que emerge un nuevo significado de movilidad pública.
Beneficios de las aplicaciones tecnológicas
Toda ciudad inteligente aspira a elevar la calidad de vida de sus habitantes. Si diseccionamos ese concepto, de entre los beneficios que hemos mencionado cobran especial sentido la creación de ambientes sostenibles e inclusivos.
De hecho, la inclusión es un paradigma para las ciudades inteligentes. No pueden permitirse el lujo de no considerarlo. Casi todas las tecnologías inteligentes denotan una perspectiva moral encaminada al equilibrio de ciertas injusticias. Estas pueden hacer mucho, por ejemplo, por los discapacitados.
Como se puede comprobar, en la nueva era urbana que se abre ante nosotros está por explorarse el lado más humano de la tecnología. Al igual que el concepto colmena es inseparable del de abeja, una ciudad tecnológicamente “inhumana” no puede aspirar a ser mas que un fracasado oxímoron.
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