Autor | Arantxa HerranzUn mantra del sector tecnológico es que los datos son el nuevo petróleo. Para justificar esta tajante afirmación, basta pensar que, en ambos casos estamos ante un nuevo y potente mercado, muy lucrativo y de rápido crecimiento. Algo que, además, genera recelos por el consiguiente riesgo de que su negocio sea gestionado por unas pocas -pero poderosas- compañías.Pero el petróleo ya no es lo que mueve el mundo: la información se ha convertido en la commodity por excelencia. Tal es el valor y la importancia de la información que se asegura que las empresas que no estén basadas en datos simplemente dejarán de existir. Y no solo porque las grandes compañías multinacionales han encontrado en la extracción y análisis de los datos su negocio y fortaleza, sino porque la explosión de tecnologías como 5G, el Internet de las Cosas, el Big Data y la analítica están conllevando que de todo podamos extraer información. Y la información, ya se sabe, es poder.Esto mismo se puede aplicar a las ciudades, cuyos gestores siempre se han preocupado por conocer algunos indicadores para poder ajustar sus políticas para el beneficio de la población. Cuestiones como la edad de los habitantes de un barrio, si las personas viven mayoritariamente solas, si tienen algún tipo de necesidad especial, cuántos animales domésticos conviven en los hogares, el tamaño y la distribución de los mismos, si trabajan en otros barrios, qué sistemas de transporte utilizan y otro tipo de cuestiones demográficas son fundamentales para hacer una buena gestión de la ciudad.
Siete capas para gobernarlos a todos
De hecho, el propio concepto de Smart City ya nos avanza parte de esto: las ciudades inteligentes serán aquellas que utilicen las mismas tecnologías de todos aquellos que consideramos inteligentes, como los móviles.Un reciente estudio de PwC, Smart data governance: the key to realizing smart city potential, asegura que las ciudades inteligentes que tengan más éxito en esta cruzada serán aquellas que tengan presente siete niveles de gestión de datos: categorías, consentimiento, recopilación, anonimización, almacenamiento, acceso y monetización.Este informe señala que, a la hora de utilizar los datos, las ciudades deben tener una premisa clara: las personas deben entender, y una manera fácil, quién hará qué con sus datos y cuáles son los beneficios que obtendrá con ello. Es decir, que la confianza es la base sobre la que se pueden sustentar el resto de acciones. Las urbes deben garantizar para ello el anonimato de los datos con los que trabajan y guardarlos de forma segura.
La colaboración público privada
El informe de PwC también remarca que la colaboración público privada es fundamental a la hora de administrar con éxito una urbe moderna. El tratamiento de los datos de una ciudad puede ser aprovechado por las empresas, quienes pueden obtener así una nueva fuente de ingresos, al igual que los ayuntamientos al permitir el acceso a toda esta información. Es decir, que los datos, su recolección y tratamiento pueden ser un caldo de cultivo para fomentar la innovación y que ello redunde en una oferta de mejores servicios para los ciudadanos y las empresas locales.Esta colaboración público privada también debe hacerse desde la óptica de hacer consultas públicas (pero rigurosas) a la población así como manteniendo reuniones con proveedores de infraestructura inteligente y con expertos externos en gobernanza de datos y privacidad.Una ciudad inteligente, no un gran hermano
En este punto, la consultora advierte que las cuestiones de privacidad e intimidad cada vez preocupan más a los ciudadanos, quienes no quieren tener la sensación de vivir en un gran hermano permanente.El despliegue de todo tipo de sensores y herramientas de monitorización tiene que hacerse respetando la privacidad de las personas, de manera que las urbes puedan seguir teniendo nuevos datos y más fiables pero manteniendo la confianza de los usuarios.