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Superpoblación: ¿es el futuro tan negro como se pensaba en los 70?

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Autor | M. Martínez Euklidiadas

La superpoblación humana, también conocida como ‘exceso de población humana’, es una cota poblacional que ocurre cuando el ecosistema se vuelve incapaz de sostener a la población en el largo plazo. Es un escenario de falta de sostenibilidad ambiental. El crecimiento poblacional está directamente relacionado con la degradación ambiental, y es el mayor reto de la humanidad.

Un entorno tecnológico sin depredadores naturales, con comida en abundancia y una medicina de vanguardia que permite ampliar la esperanza de vida por encima de los 80 años han hecho posible el crecimiento de la población hasta límites que superan la capacidad del entorno. En 1972 se publicó el informe ‘Los límites del crecimiento’. ¿Sigue vigente o era exagerado?

Orígenes del concepto de superpoblación

La superpoblación es un concepto de ecología en el que cierta especie alcanza un número de individuos superior a la capacidad de carga del ecosistema. La biosfera es finita y nuestra tecnología limitada. En clásicos de la ciencia ficción como Blade Runner, una humanidad desbocada de un 2019 ficticio vivía apilada en conurbaciones de megaestructuras a la sombra del humo. Obviamente, no ha sido así, por suerte. La tecnología nos ha ayudado.

Pero sin importar la época y tecnología, aunque cambiando con ella, existe un número máximo de personas sobre el planeta superado el cual los recursos naturales empiezan a resentirse. Nosotros superamos este límite hacia 1970, aproximadamente. Y la tecnología también se ha cobrado un precio: el uso de otros recursos.

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En la imagen superior se muestra, desde 1970, el número de planetas que necesita la humanidad en función de los recursos que consumimos. En 2022 hacían falta 1,75 Tierras, y acumulábamos un déficit de biodiversidad, mal uso del suelo o CO₂ emitido de varias decenas.

Agravando el problema de la superpoblación

La forma en la que vive la humanidad puede aliviar o agravar el problema de la superpoblación porque la capacidad de carga de una especie sobre el ecosistema es un valor que cambia en función de cómo se comporte esa especie. Hay formas de que la misma población tenga un impacto menor. Y viceversa.

Las ciudades tienen un importante rol que cumplir en esta reducción del impacto ambiental, evitando el sprawly fomentando una densidad suficiente como para evitar la depredación del territorio y la biodiversidad, reducir el consumo energético y optimizar recursos como el agua, entre otros. La dispersión urbana que se ha fomentado las últimas décadas juega en contra.

Además, la forma en que está organizada la economía presiona al ecosistema hasta el punto de rotura. Según un reciente informe de la ONU desarrollado por la IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas), o dejamos de adscribir el valor de los recursos naturales a su capacidad para generar beneficios económicos a corto plazo o vamos hacia una catástrofe global.

El reto de las soluciones comunes y las propuestas

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Uno de los mayores contratiempos de retos como la superpoblación, las emisiones de carbono o la ocupación de suelo, entre otros elementos insostenibles, es que forman parte de un tipo de problema tipificado como ‘tragedia de los bienes comunales’.

En este conjunto de dilemas el interés racional y personal de los individuos afecta negativamente sobre el recurso analizado y termina por destruirlo. Los intereses egoístas no coinciden con el bien común, especialmente no a largo plazo, por lo que la regulación ambiental es clave.

Hasta la fecha, las propuestas globales apoyadas en teoría por los estados no llegan a cumplirse. Ningún país quiere renunciar al crecimiento económico ilimitado, aunque ello perjudique a todos los habitantes del planeta, incluidos los propios. La tragedia de los comunes a escala planetaria.

Decrecimiento poblacional y economía y decrecimiento…

El decrecimiento poblacional mediante políticas activas que reducen la tasa de natalidad ha sido considerablemente criticado en el pasado. La política de hijo único en China es uno de los mejores ejemplos de política contra la superpoblación. Y en eso tuvo éxito. Se aplicó, con algunas excepciones, de 1979 a 2013 y se estima que se evitó el nacimiento de 300 millones de personas.

En Cuando el destino nos alcance (1973) una parte de la población de un ficticio 2022 era triturada para dar de comer al resto. Miramos alrededor y vemos que, por suerte, aquella distopía tampoco llegó. En su lugar, nos hemos ido adaptando gradualmente a dar de comer a cada vez más personas. Aunque el número no es tan importante como el número de bocas que alimentar.

Se sabe que la bonanza económica es uno de los mayores disruptores de natalidad: se ha observado que el aumento del bienestar hace que se tengan muchísimos menos hijos. Pero lo contrario también puede ser cierto: tener muchísimos menos hijos redunda en una aceleración de la economía, principalmente por la formación que se puede dar al hijo único.

Además del coste político, esta política tiene una enorme consecuencia: la riqueza está relacionada directamente con el impacto ambiental y, por tanto, con un detrimento de la capacidad de carga. Sí, las sociedades más ricas tienen menos hijos, pero esos hijos tienen un impacto per cápita decenas de veces superior a los (muchos) hijos de las sociedades más pobres.

Cambiar la forma en la que habitamos el planeta para evitar el problema de la superpoblación

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La enorme población mundial sobre el planeta no es el problema, porque hemos visto cómo el límite de lo que es y lo que no es ‘superpoblación’ depende no solo de las personas, sino de cómo se comportan. Cómo viven. La forma en la que una parte consume recursos sí es problemático.

Se estima que el 50 % de la población mundial emite el 85 % de los gases de efecto invernadero. Además, el 1 % más rico lanza más CO₂ que la suma del 50 % más pobre. Además de injusto, el modelo es insostenible. Los más ricos emiten 30 veces más de lo que les corresponde, y los más afectados son los pobres.

El cambio climático afecta más a países poco desarrollados, que son más pobres y contaminan muchísimo menos per cápita. Impactos como huracanes, sequías o riadas son más probables en países pobres. Es imperativo que los países ricos busquen alternativas sostenibles para su forma de vida.

Por suerte, el ámbito urbano de los países ricos es un ámbito repleto de alternativas viables a nivel técnico y ambiental, tales como densificar las poblaciones, reducir el uso del automóvil, promover el comercio de proximidad, restaurar ecológicamente los corredores periurbanos o reverdecer las ciudades son algunas de las posibilidades disponibles y, es más, beneficiosas para todos.

Imágenes | Overshoot Day, Karsten Winegeart, Alexander Popov, Yoav Aziz

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