Autor | Jaime Ramos
Las tecnologías de información y la inteligencia artificial han abierto toda una amalgama de posibilidades. Sin duda, el grado de participación ciudadana en los procesos urbanos ofrece un potencial nunca visto. ¿Pueden utilizarse estas herramientas para reforzar la seguridad urbana?
Colaboración ciudadana por la seguridad
La participación de los miembros de una comunidad resulta fundamental de cara a fomentar la buena salud de los grupos, el sentido de pertenencia y, en general, el bienestar comunitario. Las autoridades locales no son ajenas a esta tendencia que también incluye el ámbito de la seguridad y la protección.
Los servicios públicos de seguridad, como la policía, se ven beneficiados cuando existe una relación de confianza entre la población y estos grupos. Ese nivel de implicación pública puede deparar en una mejor integración de los servicios policiales.
En la plataforma web estadounidense Police1, podemos encontrar algunos ejemplos de agentes de policía que muestran la relevancia de estrechar esos lazos: “En democracia, la efectividad policial depende de un mínimo de cooperación ciudadana”, explica la jefa de policía Janie Schutz.
En su artículo, resalta la implicación de la ciudadanía en el trabajo policial de investigación del crimen. En su experiencia, se refiere a la diligencia ciudadana que ayudó a detener a uno de los autores del atentado de la Maratón de Boston: “un miembro de la comunidad tomó la decisión consciente de involucrarse y gracias a eso algo bueno ocurrió”.
Tecnologías que fomentan la participación por la seguridad
Si a esta relación de deseada confianza entre ciudadanía y servicios de seguridad añadimos lo que aportan las últimas tecnologías en materia de protección, nos topamos con un nuevo escenario.
Por supuesto, el efecto de la colaboración ciudadana mediante estos métodos también supone desafíos éticos y morales en materia de privacidad y libertad, en la misma línea que ocurre con la proliferación de CCTV, la sensorización masiva o el establecimiento de marcos de control social. No en vano, muchas de las apps recuerdan la propia iconografía de obras distópicas como ‘1984’.
En cualquier caso, a fecha de hoy podemos encontrar diferentes herramientas tecnológicas que buscan una mayor compenetración entre ciudadanía y servicios públicos de protección.
Plataformas digitales de participación
Aunque contemplan un sinnúmero de funcionalidades para reforzar la comunicación institucional con las comunidades, los servicios que ofrecen plataformas como Ave Point o Citizen Lab pueden ayudar a prevenir futuros problemas. Lo hacen ofreciendo una plataforma de escucha digital. El caso del plan de inclusión de Seattle resulta un buen ejemplo para democratizar la escucha a los ciudadanos a través de varias actividades virtuales.
Apps de seguridad ciudadana y de gestión de la información
Este tipo de instrumentos también se están generalizando con éxito. De Estados Unidos llega el ejemplo de My mobile witness, una app que permite denuncias online e, incluso, remitir imágenes de actividades sospechosas a los servicios de seguridad del país.
Otra vertiente de la participación pasa por cómo se canaliza la información procedente de la colaboración ciudadana. La multinacional japonesa NEC ofrece otra plataforma que contribuye a la gestión de la misma.
My Safetipin es otro ejemplo, diferente, de cómo la tecnología puede amoldarse y adaptarse con mayor conciencia social a las necesidades urbanas. Así, permite reportar nueve tipos de parámetros que terminan geolocalizados, desde la iluminación, la presencia policial, de mujeres o niños, y hasta el grado relativo de seguridad percibido.
La idea original de esta app de uso en La India partió por identificar espacios seguros para las mujeres y, en general, para toda la población. Una de las fundadoras, Kalpana Viswanath, apunta que construir ciudades más seguras para las mujeres implica ciudades más seguras para todos.
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