Autor | Jaime Ramos
Los objetivos relacionados con las urgencias medioambientales y climáticas se han convertido en una prioridad trasversal a nivel planetario. Aunque el grado de concienciación se ha elevado como nunca, pasar de las buenas intenciones a los hechos se está demostrando más complicado. En la esfera local, ¿qué ciudades son un ejemplo a seguir?
A pesar de que solo ocupan un 2% de la superficie de la Tierra, las ciudades producen más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero y consumen el 78% de la energía mundial. Estas cifras contribuyen notablemente a acelerar los efectos del cambio climático.
La buena noticia es que muchas urbes ya están actuando en iniciativas comunes o de forma individual, para contener la emergencia climática con programas que se adaptan a este complejo contexto global.
Las ciudades pueden hacer mucho por recortar la descarga de gases de efecto invernadero (principalmente, de dióxido de carbono y metano)a la atmósfera. Por ejemplo, según un estudio de la Oficina de Eficiencia Energética y Energías Renovables de Estados Unidos, las estrategias climáticas a nivel urbano podrían reducir las emisiones de efecto invernadero de todo el territorio entre un 3% y un 7%.
EL PAPEL DE LAS CIUDADES EN LA ADAPTACIÓN CLIMÁTICA
A la hora de hablar de estrategias para frenar los peligros del cambio climático, el paso a la acción real ha deparado un nuevo lenguaje de cara definir pormenorizadamente el tipo de políticas. De ahí que la transición haya mutado a términos como “adaptación climática” o “mitigación de efectos“. Sea como sea, el objetivo final pasa sin remedio por afrontar una descarbonización final.
Esa neutralización de emisiones de efecto invernadero afecta a un sinnúmero de procesos de la actividad urbana: el control y la mejora de la calidad del aire, el mejor aprovechamiento de los recursos, el desafío por establecer modelos energéticos eficientes procedentes de fuentes renovables, impulsar proyectos de arquitectura sostenible, aspirar a una movilidad con cero emisiones, involucrar a la población a nivel comunitario. Son solo algunos de los muchos frentes abiertos, cada uno con sus desafíos particulares.
Ciudades unidas por una causa común
A pesar de que cada urbe tiene un contexto local, las ciudades también se unen para conseguir objetivos climáticos comunes y globales a través en distintas plataformas y asociaciones:
C40
Una red internacional formada por aproximadamente 100 alcaldes de las principales ciudades del mundo unidos para enfrentarse juntos a la crisis climática. Su compromiso se basa en fomentar la acción científica y la colaboración multidisciplinar con el objetivo de reducir a la mitad su parte de emisiones para 2030 y limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
Entre sus logros se encuentran los avances conseguidos en Varsovia. Gracias al apoyo del C40, la capital de Polonia ha puesto en marcha su Plan de Ciudad Verde y Acción por el Clima, que mediante un enfoque colaborativo combina la metodología del Plan de Acción de Ciudades Verdes del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y el marco de planificación de la Acción Climática del C40.
Uno de sus éxitos ha sido conseguir el compromiso de la empresa nacional de petróleo y gas para desarrollar una hoja de ruta energética colaborativa basada en adoptar fuentes cero emisiones que refuercen el objetivo de reducción de hasta el 60% que se ha fijado la ciudad para 2030.
Red Española de Ciudades por el Clima
Creada en 2005, esta red de ciudades que abarca a más del 60% de la población, promueve la colaboración entre instituciones y administraciones públicas para desarrollar e implementar políticas locales de sostenibilidad que den respuesta a la emergencia climática.
Sus proyectos incluye la elaboración de la herramienta ‘cálculo y registro de huellas de carbono municipales’, en la cual los municipios registran sus emisiones y plantean programas para reducirlas. Al conseguirlo, obtienen uno de los ‘8 sellos reduzco a modo de reconocimiento y distinción.
Local Governments for Sustainability
Esta entidad apoya a las ciudades a través de numerosos proyectos como la Misión Ciudades de la UE, que busca crear más de 112 ciudades climáticamente neutras e inteligentes para 2030. Esta institución asesora y apoya a estas ciudades para acelerar su camino hacia la neutralidad climática.
Cuenta con multitud de iniciativas para enfrentarse a la emergencia climática. Una de las últimas es TIPS4PED, que está transformando zonas urbanas de Turín, Cork, Budapest y Kozani mediante simulaciones y un Gemelo Digital Local para crear Distritos de Energía Positiva (PED) que hagan frente a los retos técnicos, sociales, financieros y normativos que conlleva el objetivo de lograr una Europa climáticamente neutra para 2050.
NetZeroCities
Otra iniciativa europea que apoya a las ciudades identificando y ayudándolas a superar las barreras que obstaculizan la consecución de acciones que den respuesta a los retos climáticos. Participan ciudades como Bristol, que en el contexto del Bristol City Leap y su Pilot Activity NetZero Investment Co-Innovation está desarrollando estructuras de capital, enfoques financieros y de gobernanza para acceder y mejorar sus capacidades de análisis económicos y empresariales para afrontar la descarbonización energética.
CIUDADES QUE ESTÁN LOGRANDO REDUCIR (DE VERDAD) SUS EMISIONES
A la hora de combatir las emisiones, llevamos muchos años encontrando ciudades y zonas que no consiguen alcanzar sus objetivos. En algunas regiones, directamente, las buenas intenciones se convierten en promesas vacías. Vamos a repasar algunos ejemplos de éxito de ciudades que sí están consiguiendo buenos resultados y qué estrategias están adoptando.
COPENHAGUE, UNA VEZ MÁS, AL FRENTE DE LOS OBJETIVOS CLIMÁTICOS
La capital de Dinamarca lleva más de una década como referencia mundial en materia de reducción de emisiones de carbono. La movilidad ha estado tradicionalmente en el centro de su planificación. Llevan tiempo alardeando de que sus habitantes poseen 6,6 veces más bicis que coches.
Ahora bien, más allá de esa emblemática política, Copenhague se ha anticipado pasando a la acción sin miramientos. De hecho, han llegado a marcar el ambicioso objetivo de ser una ciudad neutral en emisiones de carbono en 2025. El reto resulta más que complejo y se topa con obstáculos como la adaptación del Incinerador de Amager.
En cualquier caso, Copenhagueha sentado un importante precedente al demostrar que atajar las emisiones no tiene por qué estar reñido con el desarrollo económico. De este modo, se articuló un plan basándose en los 17 objetivos de la Agenda 2030. Ya en 2019, habían conseguido atraer más de 200 inversores para el impulso de 22 planes de negocio en 65 proyectos relacionados con el ahorro energético y la movilidad limpia.
SAN FRANCISCO, REDUCCIÓN RÉCORD DE CO2
La hoja de ruta medioambiental en San Francisco ha logrado una reducción de CO2 del 48% entre 1990 y 2022. Todo ello, mientras su población creció en un 12% y el producto de su economía se duplicó.
Buena parte de su estrategia ha tenido que ver con la puesta punto de un marco legal estable, como por ejemplo, la normativa que en 2019 obligaba a todos los grandes edificios del centro urbano a nutrirse de energía 100% renovable. Con todo, la cuestión no es más compleja que la implementación hacia modelos libres de emisiones. Y es que, conviene no dejar de lado las posibles consecuencias y desequilibrios que pueden causar a nivel comunitario.
YOKOHAMA MIRA AL MAR
Yohohama, en Japón, se adelantó en 2017 a utilizar acometer la “estrategia semántica” de mitigar y adaptarse a los fenómenos climáticos globales mediante un plan centrado en la adaptación y mitigación. La tradición en la gestión de las catástrofes en Japón parece inspirar un plan una ciudad que vio reducidas de sus emisiones de efecto invernadero en un quinto entre 2013 y 2018.
La ciudad nipona comparte el plan con la vecina y compañera de bahía, Tokio, de que en 2050 toda la energía eléctrica de la que se alimentan sea cien por cien procedente de fuentes renovables y alcanzar así las cero emisiones. Con todo, si elevamos la vista a un nivel más global, no resultará sencillo. Mientras el objetivo nacional para 2030 es reducir las emisiones de CO2 en un 46% con respecto a 2013, el inicio de la década ha empezado marcada por un incremento del 2%.
Entre los proyectos estrellas de la Yokohama actual (sistemas de créditos de carbono aparte), encontramos el denominado Blue Carbon Proyect, un intento de aprovechar la naturaleza particular de los ecosistemas costeros y marinos en la reducción de emisiones; o su estrategia para con el hidrógeno verde. No se puede obviar el enorme énfasis que pesa sobre este combustible en Japón, tanto desde un punto de vista institucional, como de las compañías del sector del transporte.
HELSINKI
Helsinki es otra “pequeña” ciudad que aspira con convencimiento a ser neutra en emisiones de dióxido de carbono en 2030. Según las autoridades, la ciudad responde por un 5% de las emisiones de Finlandia.
Sus indicadores, invariables desde 1990, señalan una reducción de emisiones del 33% desde esa fecha. Helsinki está aprovechando las ventajas de su tamaño, lejos del de una macro-urbe, con una estrategia transparente y que parece realista.
El desafío climático tiene que ver, en buena medida, con el frío. La media de temperatura media anual apenas supera los 5 ºC. De ahí que el gobierno regional se haya centrado en implementar sistemas geotérmicos de calefacción en los edificios e introducir la conciencia medioambiental en el sector de la construcción.
Entre los puntos fuertes de la capital de Finlandia, está su capacidad para actuar a una escala local. Su plan de economía circular contempla 31 acciones específicas que intentan combinar el potencial mixto de los sectores público y privados en áreas como la mencionada construcción, la gestión de residuos o la movilidad. Tal es el caso del programa para neutralizar la huella de carbono de la ajetreada actividad de su puerto. Esta es superior a la del propio aeropuerto de Vantaa, en número de pasajeros y en especial, en número de procesos y vehículos involucrados.
Como se puede comprobar, estas ciudades demuestran que no existe una única ruta para avanzar hacia la neutralidad de emisiones. En función del tipo de urbe de la que estemos hablando, los objetivos climáticos pueden resultar asequibles en un medio plazo, o tan desafiantes como para trabajar y elaborar estrategias que aseguren resultados más a largo plazo.
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