*Autor | Patricia M. Liceras
Cada vez es más habitual la peatonalización del casco histórico de las ciudades. Se trata de destronar al coche como el rey de la urbe para dejar más espacio al peatón, al paseante y al ciclista, reducir la contaminación atmosférica y crear oportunidades que permitan tejer nuevas y más estrechas relaciones entre vecinos.
Incluso últimamente se ha popularizado el concepto de “ciudades de 15 minutos”, defendido por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Son aquellas en las que uno puede satisfacer sus necesidades profesionales, educativas, sanitarias, de ocio o de otro tipo mediante desplazamientos cortos desde el propio domicilio, ya sean a pie o en bicicleta. Más en la futura era post-COVID, que propiciará la plena irrupción del teletrabajo y la consiguiente reducción de los trayectos de casa a la oficina y viceversa.
Sin embargo, en este tipo de intervención urbanística que cierra el paso a los coches. ¿Todo son ventajas? ¿Hay inconvenientes?
Ventajas de la peatonalización
La peatonalización de las ciudades es una tendencia imparable a nivel internacional y son muchas las ventajas que acarrea. No solo mejora la seguridad vial, pues buena parte de las muertes de viandantes y ciclistas tienen lugar en los núcleos urbanos, sino que aumenta la movilidad peatonal, lo que tiene indudables efectos positivos en la salud de la población.
Asimismo, reduce la contaminación y mejora la calidad de vida de los residentes y transeúntes, con menos ruido ambiental, mejor calidad del aire y más espacio para zonas verdes y para la vida social.
Sin olvidar que, con las aceras ensanchadas, los ciudadanos pasean más y acceden más fácilmente a las tiendas, lo que dinamiza el comercio en las nuevas zonas peatonales, además de revalorizar el precio de la vivienda, algo que beneficia a sus propietarios.
Desventajas de la peatonalización
Ahora bien, sustituir el asfalto por el adoquín para convertir las ciudades en espacios más amables para sus habitantes y más respetuosos con el planeta no es una herramienta milagrosa y libre de desventajas. Los inconvenientes suelen surgir cuando se saca el coche de las calles de raíz, a golpe de bando municipal, sin una buena planificación y ejecución, sin ofrecer opciones de movilidad adecuadas a los miles de personas afectadas.
Por un lado, los residentes de estas áreas suelen estar acostumbrados a utilizar el coche en su día a día y restringir su uso puede provocar, no ya la oposición a este tipo de medidas, sino el traslado de los vecinos a otras zonas de la ciudad sin limitaciones al tráfico rodado. Como consecuencia, las viviendas serían ocupadas principalmente por estudiantes, inquilinos de paso y turistas, desplazando a la población original. Por este motivo, estos procesos deben ser flexibles para los residentes, evitando caer en el permisivismo, que restaría eficacia a la peatonalización, pero tampoco en el rigorismo, que podría vaciar estos lugares de sus pobladores habituales.
También deberían ofrecerse opciones de movilidad convincentes a otro de los grupos que resultarían especialmente afectados: los habitantes de la periferia que trabajan en el centro, pues su desplazamiento hasta el lugar de trabajo se complicaría y mucho. Opciones que, entre otras cosas, deberían pasar por reforzar y ampliar la red de transporte público.
Por otro lado, cuando se cierra un espacio a los vehículos de cuatro ruedas, estos no desaparecen como por arte de magia, sino que acaban concentrándose en vías cercanas, normalmente generando atascos, contaminación ambiental y acústica, congestión en los aparcamientos, etcétera. Por ello, es necesario estudiar detenidamente los flujos de movilidad existentes para que la remodelación prevista no sature el entorno.
Inconvenientes todos ellos que, de manejarse el proyecto con el debido rigor, podrían mitigarse. Por lo tanto, en el cómputo general, parece haber muchos más pros que contras en habitar en ciudades que priorizan a las personas por encima de los coches. La cuestión pues no sería tanto si peatonalización sí o no, sino evitar acometerla de forma desorganizada o simplemente porque sea la moda.
Imágenes | Jan Antonin Kolar, Julian Tong, Kilian Seiler