Autor | Arantxa HerranzLas ciudades más modernas del mundo han crecido durante el último siglo en su diseño, acondicionamiento y concepción en base a una perspectiva marcadamente automovilística. Pero las cosas están cambiando. El urbanismo moderno persigue una concepción más inclusiva y ecológica, con cabida para todo tipo de vehículos (no solo coches, sino también bicicletas o patinetes) y personas (adultos, niños en carrito o personas con movilidad reducida).En este nuevo urbanismo se impone el diseño de lugares para la comodidad y el disfrute de los personas. El máximo exponente serían las ciudades peatonales, aquellas en las que las urbes cuentan con redes completas de calles sin automóviles. El casco urbano de Venecia, con su particular orografía, es una de ellas. Copenhague y su creciente red de calles peatonales muestran otro ejemplo de este cambio.Pero también en Barcelona se han puesto medidas para fomentar la movilidad sostenible. Se conoce como superilles o supermanzanas. Iniciado en 1986 con el propósito de reducir la contaminación acústica de las calles, estas supermanzanas permiten que coches y personas tarden lo mismo en dar la vuelta a un bloque. Uno de los grandes logros de este sistema es que se ha pasado de una situación en la que el coche ocupaba el 85% del espacio público a otra en la que ya solo supone el 25%.Además, en la propuesta de superilles, hay unos carriles para el transporte de bicicletas que son de sentido único. La prioridad en el interior del perímetro es para los peatones y las bicicletas, por lo que la velocidad máxima está limitada a 10 km/h para los vehículos a motor.En todas estas propuestas el reto es ganar espacio público a los coches, de forma los ciudadanos pueden disfrutar de la comodidad de una red de calles y plazas peatonales conectadas. Poder ir andando a tiendas, restaurantes, quioscos, cafeterías y mercados al aire libre en barrios o centros de trabajo sin automóviles aporta, además, mejora la calidad de vida y aporta una mayor variedad a estas zonas.
Un impulso a la economía local
No solo eso: está demostrado que estos diseños favorecen la economía local. En noviembre de 2015 se llevó a cabo un estudio en Copenhague que arrojó unas conclusiones más que claras: el conjunto de peatones y ciclistas produce aproximadamente el 50% de los ingresos de los minoristas en los centros urbanos más grandes y el 25% en los más pequeños. De hecho, los ciclistas visitan las tiendas con más frecuencia que los que viajan en coche.Otras investigacionesaseguran que los peatones gastan aproximadamente un 65% más que los conductores en los establecimientos a pie de calle. Estos informes muestran que, cuando se promocionan las vías urbanas transitables por los peatones, se fomenta la prosperidad, se apoya los negocios locales y se promueve el turismo, atrayendo a su vez a inversores y empresas privadas que a su vez alimentan un mayor empleo.