Autor | M. Martinez @EuklidiadasEs una tendencia a nivel mundial. A medida que las diferentes sociedades alcanzan cierta estabilidad y esperanza de vida, el número de hijos por mujer decae. Longevidad y menos hijos implican que la clásica pirámide poblacional ahora está invertida. Eso genera problemas como el mantener los sistemas de seguridad social. Pero también oportunidades medioambientales.
¿Por qué cada vez somos más mayores?
Según datos del Banco Mundial, el 65% de la población mundial se encuentra entre los 15 y los 64 años. En 1967 la cifra apenas rozaba el 60%. Nos hacemos más viejos, en conjunto. Las vacunas, los sistemas de higiene y otros inventos han logrado que la esperanza de vida aumente.
No sabemos si hay o no límite a la edad. De momento, la esperanza de vida al nacer ronda los 78 años de máxima. En la gráfica del Banco Mundial vemos cómo todos los continentes avanzan rápido hacia esa cifra.
Asimismo, la estabilidad social y la no necesidad de tener hijos para que cuiden de nosotros está haciendo bajar la tasa de natalidad de forma acrecentada. De nuevo, se muestra con datos en la gráfica interactiva. Los países ricos tienen cada vez menos hijos, y cada vez hay menos países pobres.
La brecha de pobreza se cierra “rápido”. En 1981 el 42,1% de la población mundial vivía en extrema pobreza frente a un 9,9% en 2015. La tendencia es evidente: viviremos en sociedades cada vez más envejecidas que ronden los 1,7-1,9 hijos por mujer.
Los inconvenientes de una población envejecida
En los gráficos de abajo se muestran diferentes pirámides poblacionales del mundo, Europa, España y Japón, en ese orden. La inversión poblacional resulta innegable, y esta genera déficit en los sistemas públicos. El motivo es que la mano de obra activa reduce considerablemente su tamaño relativo sobre el total.
La pirámide de edad invertida
Si la tendencia continúa en países muy envejecidos como Japón la mano de obra activa (digamos de 16 a 64 años) se reducirá del 59,9% de la población al 51,2% en apenas cinco décadas. La mitad de los ciudadanos trabajarán, y la otra mitad serán dependientes de alguna pensión o de su familia.
A esto hay que sumar que el gasto sanitario medio crece con la edad según estudios estadounidenses, japoneses, españoles, etc. Además, la movilidad y accesibilidad de personas de edad avanzada no es tan sencilla como la de los más jóvenes, por lo que transporte público, infraestructuras o espacios públicos han de ser adaptados a medida que la población envejece.
¿Es una población más envejecida un problema?
Cierto que el sistema económico, tal y como está, no será estable en un siglo. Sin embargo, el envejecimiento de la población, junto con la elevada automatización y el creciente número de personas dependientes de un modo u otro del sistema, es un factor más a sumar a favor de los sistemas de renta mínima entendidos como una pensión extendida.
Además del impacto en la economía, que puede ser más oportunidad de cambio hacia la igualdad que crisis, no puede ignorarse la reducción de la población frente al medio ambiente. Según los últimos estudios el TOP 3 de impacto ambiental en relación al cambio climático lo encabezan tomar vuelos intercontinentales, tener coche y tener hijos.
Los problemas actuales de superpoblación carecerán de importancia en un mundo con 1,9 hijos por mujer en el que el primer hijo llegue de media a los 31 años. La población tardaría más de 180 años en reducirse a la mitad, en caso de que ocurra.
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