¿Cómo y por qué mueren las ciudades?

¿Cómo y por qué mueren las ciudades?

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Autor | M. Martínez EuklidiadasUn siglo brillan e impulsan la economía, y al siguiente son una sombra de lo que fueron. Poco tiempo después, las últimas viviendas resisten el paso del tiempo con los tejados hundidos. La economía se frena, las empresas se van junto a la clase alta adinerada, y lo que queda es una población empobrecida y poco formada incapaz de invertir en la urbe. Así es como mueren las ciudades.

Señales para reconocer e identificar cómo mueren las ciudades

Aunque no existen reglas maestras para identificar ciudades moribundas, sí hay factores que aportan pistas al respecto. El análisis de la caída de la renta per cápita de la zona, la falta de infraestructuras sociales, el desplome del precio de las viviendas, la oxidación de los cinturones industriales o la migración continua de la población adinerada son pistas de una ciudad moribunda.

Caída de la renta per cápita respecto a otras ciudades

Uno de los factores más interesantes a analizar es la caída de la renta per cápita o renta por habitante. Esto ocurre con frecuencia cuando se dan varios hechos en paralelo, como la incapacidad de las ciudades para atraer inversiones empresariales y la huida de los puestos de mayor renta. Así, la lenta fuga de las clases altas reduce la media, mediana y moda del resto que queda.

El precio de la vivienda se desploma con rapidez

Tanto si se marcha parte de la población como si se crece demasiado en inmobiliario, el precio de la vivienda cae en picado, impidiendo a los promotores ganar beneficio y haciendo imposible que los ciudadanos vendan sus propiedades. Se crea entonces una espiral de depreciación a medida que los pocos que pueden permitírselo abandonan la urbe.

El lento vaciado de la ciudad

Existen muchos motivos por los que una ciudad se queda sin habitantes, destacando los dos anteriores. El aumento de la delincuencia, la falta de trabajo o la búsqueda de mejores oportunidades son otros. Todos estos factores lo hemos visto en prácticamente todas las ciudades de rápida industrialización durante el XIX, como Manchester o Salford en Reino Unido, o Detroit y Michigan en los Estados Unidos.

La educación, elemento básico para que una ciudad sobreviva

A lo largo del siglo XIX muchas ciudades industriales crecieron con rapidez, como es el caso de Manchester, que pasó de tener menos de 100.000 habitantes en 1800 a 750.000 en 1931. Desde entonces, la ciudad ha vivido un éxodo masivo que la sitúa por debajo de los 550.000. Su gran error fue no usar el superávit para invertir en el tipo de educación que acabaría desplazando la industria.

Detroit, el auge de la ciudad industrial

La ciudad de Detroit es a menudo usada para ejemplificar el auge y caída de las ciudades. Prácticamente un poblado de pocas familias en 1800, hacia 1900 era una boyante metrópoli con casi 300 000 habitantes. Llegó a su punto álgido en 1960, con 1 670 144, pero para entonces ya estaba herida de muerte.Esta ciudad industrial fue durante décadas uno de los motores manufactureros de los Estados Unidos, especialmente durante periodos expansionistas hacia el oeste —su posición privilegiada junto a los Grandes Lagos y la ruta directa desde Nueva York les daban ventaja— así como durante las guerras mundiales.La inversión en industria pesada, la falta de competencia mundial y una infraestructura de canales única en el mundo —el Canal de Erie, inaugurado en 1825, recorría 380 millas desde el Lago Erie hasta Nueva York y transportaba todo tipo de materias primas— atrajo empresas como General Motors, Ford y Chrysler, que la hicieron crecer y posicionarse como líder mundial.

La Tercera Revolución Industrial: adiós, Detroit

Detroit, así como Manchester en Reino Unido o Bilbao en España, son hijas directas de la Primera Revolución Industrial (1760-1830) e impulsoras de la Segunda Revolución Industrial (1860-1917). Se hicieron fuertes en metalurgia e intercambio de materiales pesados hasta que la globalización las hizo incapaces de competir. Fueron víctimas de la Tercera Revolución Industrial (1965-1990).Muchas de estas ciudades, con Detroit a la cabeza, invirtieron todos sus recursos a conservar su industria. Década tras década gastaron cantidades ingentes de dinero en mantener su situación presente, ignorando el cambio económico que vendría. El resultado fue una masa obrera de múltiples generaciones de trabajadores muy especializados en tareas concretas pero sin una educación formal de calidad.Hacia 1920 en Reino Unido y 1930 en Estados Unidos, la ralentización con la que crecían las ciudades industriales debió servir de pista para invertir en escuelas, pero las cosas se llevaban haciendo de un modo determinado durante demasiado tiempo. Una última generación de jóvenes de 16 años sin formación reglada salió a las fábricas para descubrir que estas cerraban una tras otra.

¿Es viable revivir una ciudad moribunda?

Al otro lado del Canal de Erie, la ciudad de Nueva York se encontraba a principios del siglo XX en un aprieto similar al de Detroit. Nueva York vivía de la industria y del tráfico naval que esta impulsaba, pero supo adelantarse a la decadencia. Durante varias décadas invirtió grandes cantidades de recursos en escuelas y universidades, priorizando otro tipo de formación para los jóvenes.El resultado es conocido: Nueva York se convirtió en líder de la Tercera Revolución Industrial junto a Silicon Valley en la costa contraria. Y otras ciudades, como Bilbao o Londres al otro lado del océano, supieron reinvertir los recursos ganados con la industria en ciudades con menos humos. Estas dos ciudades cambiaron industria por servicios. ¿Podrían las ‘Detroits’ imitarlas?En 2013 el informe ‘Revitalizar las antiguas ciudades industriales’ ponía de manifiesto los grandes retos a los que se enfrentan las “ciudades que encogen”, dejando claro que la pérdida de población no era una causa sino una consecuencia (de ahí que no ocupe el primer lugar de la lista de arriba). La clave parece estar en atraer talento.Se ha descubierto que en muchas de estas ciudades en retroceso un pequeño y céntrico núcleo urbano está creciendo con fuerza. Parece bastar con que varias empresas tecnológicas se instalen en los núcleos urbanos para que el proceso de erosión frene ligeramente y se genere un círculo virtuoso que evite el deterioro.Evidentemente esto no es fácil. Las empresas buscan ubicarse allí donde hay talento en el que invertir, y muchas de estas ciudades adolecen de escuelas o universidades con un tamaño apropiado, así como de una densa red de empresas, por lo que supone un riesgo a evitar y una espiral negativa.

Invertir en educación a largo plazo, la clave de todo

Llegados a este punto es evidente que la inversión que los ayuntamientos deben realizar es educacional y largoplacista. Así como las empresas de Silicon Valley de finales del XIX se apoyaron en Stanford (1891), las ciudades industrializadas que no invierten en la educación de las próximas generaciones están destinadas a seguir encogiéndose.El largo plazo es lo más complicado de todo. Una inversión masiva en Detroit y ciudades similares recogerá sus frutos en dos o tres décadas, lo que significa que la generación que invierta no será la beneficiaria del capital gastado. Este, y no otro, es el principal problema que tienen las ciudades en decadencia: ninguna generación espera ser la que ponga el capital inicial de la siguiente revolución.Imágenes | Patrick Tomasso, Erie Canal map, Viktor Talashuk, Owen Lystrup

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