Autores | Jaime Ramos, Raquel C. Pico
La felicidad de una ciudad va unida, como resulta obvio, a la de sus ciudadanos. Pero ¿de qué depende? ¿Cómo una ciudad puede contribuir al bienestar y la satisfacción de la comunidad que la puebla? En cierto modo, la clave está en las capacidades de inclusividad y de cohesión social de los municipios.
No se trata solo de conseguir datos abrumadores de crecimiento económico, sino de ser capaces de hacer que llegue a toda la ciudadanía, que los habitantes se sientan integrados sean cuales sean sus capacidades y necesidades y que se comprendan —y afronten— los retos que marcan el siglo XXI. Por ejemplo, comprender los efectos de las olas de calor o diseñar la ciudad con criterios urbanísticos sostenibles permite mejorar el bienestar colectivo y situarse entre las ciudades más felices.
En un planeta cada vez más urbano, en el que 4.200 millones de personas ya viven en una ciudad y 6.000 lo harán para 2045, comprender la importancia de la felicidad urbana se ha convertido en algo decisivo.
La urbanización se ha vinculado a problemas como la epidemia de soledad, el aumento de la obesidad o la pérdida de salud. Sin embargo, unas políticas urbanas pueden ayudar no solo a paliar esos problemas sino también a convertir a las ciudades en punta de lanza para lograr un mundo más saludable. Parte del éxito de una ciudad como Singapur —la única zona azul urbana— se basa justamente en esto: la ciudad está diseñada de modo que potencia el deporte y el ocio de sus habitantes.
Convertirse en la ciudad más feliz no es una cuestión baladí, sino una garantía de inclusividad, cohesión social y bienestar.
¿Por qué es importante el nivel de felicidad en las ciudades?
Aunque el Informe Mundial sobre la Felicidad de las Naciones Unidas hace recaer la carga sobre los gobiernos de cada país, la felicidad ha sido una asignatura ligada al ámbito de la gobernanza local. Equivale a un termómetro para medir los aciertos y errores del desarrollo urbano.
Ahora bien, el secreto de la felicidad urbana presenta alguna complicación de base, que empieza por definirla y sacudir de algún modo la abstracción del término. Es decir, ¿de qué hablamos cuando hablamos de una ciudad feliz?
¿Qué hace a una ciudad más feliz?
Podríamos acercarnos si la identificamos como el valor de una ciudad para afianzarse como un lugar positivo para la gente que vive allí. Así, la satisfacción de las necesidades colectivas propicia la de las individuales, desde la manutención, seguridad y pertenencia al grupo; hasta las más elevas y complejas.
¿Qué hace falta para ello? ¿Una arquitectura más sostenible? ¿Áreas recreativas? ¿Carriles bici? Por desgracia (o por fortuna), no existe una tecnología de la felicidad, pero sí unos valores comunes entre las ciudades con mejores notas en los rankings.
Reducción de desigualdades entre los residentes
La igualdad de oportunidades económicas resulta un factor fundamental. Implica fórmulas que combatan la exclusión, como las barreras contra las que chocan los discapacitados.
La integración social requiere la colaboración entre gobiernos centrales y locales, así como una concentración para la inclusión educativa y laboral. Es el camino para que los ciudadanos perciban que pueden lograr sus metas.
Existe una relación crucial entre la desigualdad, la pobreza y la seguridad urbana. Las ciudades juegan un importante papel para evitar la estratificación entre áreas o barrios. Por ejemplo, en Bogotá el 98% de los crímenes ocurren en solo un 2% de sus calles.
Algunas de las acciones que las ciudades están poniendo en marcha para reducir el cambio climático tienen también una contrapartida en este terreno. Las políticas de ciclismo urbano parten no solo con el objetivo de reducir las emisiones de CO2, sino también con el de igualar el acceso a la movilidad urbana entre la ciudadanía. Pedaleando se puede potenciar la inclusividad y reducir las brechas sociales, puesto que un urbanismo ciclista bien pensado simplifica el acceso a bicicletas, convierte en segura la infraestructura para todas las personas y potencia prácticas saludables.
Una apuesta por la salud
Este pilar no solo se sustenta en facilitar el acceso a la Sanidad, sino en otros tantos fenómenos como la contaminación. En 2020, murieron de forma prematura unas 160.000 personas en las grandes ciudades por culpa de la mala calidad del aire.
Propiciar los instrumentos para lograr un estilo de vida más saludable depende en buena medida de la ciudad, a través de la evolución de aspectos como el ocio, el deporte, la red de suministros y el transporte.
Compromiso y sentimiento de comunidad
Estos factores se relacionan con otro más subjetivo y subterráneo. El sentimiento de encontrar un lugar en la comunidad a la que se pertenece. Según el investigador Jason Lee Berker “a nivel de barrio, la gente que tiene un sentido de comunidad fuerte tiene mayores sentimientos de seguridad, participa más en los asuntos comunes, tienden a votar más, reciclar o ayudar a otros”.
Por tanto, una ciudad feliz es aquella que consigue saltar la barrera del barrio para lograr ver a todos los habitantes como vecinos. La cohesión social se logra vía inclusividad y solidaridad horizontal.
“La felicidad medida por el World Happiness Report de 2020 describe la satisfacción de los ciudadanos con la funcionalidad de la ciudad, la vida y las rutinas diarias”. Esto lo que comenta Katja Vilkama, como máxima responsable del área de desarrollo urbano.
¿Cuál es la ciudad más feliz del mundo y por qué?
Según el informe World Happiness Report 2020, que dedicó uno de sus capítulos a un análisis de los patrones urbanos, Helsinki se enorgullece de ser la ciudad más feliz del mundo. La edición más reciente de este estudio, en 2024, no ha establecido un listado de ciudades felices, pero la falta de ese dato se suple con el ranking por países. Finlandia es el país que encabeza el listado de los estados más felices del planeta y lo hace por séptimo año consecutivo. La estrategia de su capital ayuda a comprender sus buenos datos en felicidad. Helsinki trabaja el bienestar de sus habitantes comprometiéndose a reforzar todos los elementos que impactan sobre la felicidad de sus ciudadanos.
Aunque no es la primera, Helsinki también aparece muy bien situada en el ranking de las ciudades más felices del mundo que elabora el Institute for Quality of Life. En este listado, la capital finlandesa ocupa la sexta posición. La líder es Aarhus (Dinamarca), seguida por Zúrich (Suiza), Berlín (Alemania), Gotemburgo (Suecia) y Ámsterdam (Países Bajos). Más que una organización numérica, esta investigación apuesta por separar a las ciudades en categorías oro, plata y bronce. Entre las ciudades a las que da una categoría de medalla de oro en términos de felicidad, sobresalen las urbes europeas.
La primera situada fuera de Europa es Minneapolis (Estados Unidos), que sería la ciudad más feliz de América. Brisbane (Australia) es la ciudad más feliz de Oceanía y Osaka (Japón) la de Asia. Las tres están situadas en posiciones de medalla de oro. La ciudad más feliz de África es Capetown (Sudáfrica), que ocupa la mejor posición de las urbes de ese continente desde la categoría de medalla de bronce.
Estos datos demuestran que las ciudades dan cada vez más importancia a estos rankings de cara a solventar los complejos desafíos que deparará el futuro para las ciudades.
Imágenes | iStock/Yelizaveta Tomashevska, Wikimedia/Kallerna, Alan Rodriguez