Autor | M. Martínez EuklidiadasUn siglo brillan e impulsan la economía, y al siguiente son una sombra de lo que fueron. Poco tiempo después, las últimas viviendas resisten el paso del tiempo con los tejados hundidos. La economía se frena, las empresas se van junto a la clase alta adinerada, y lo que queda es una población empobrecida y poco formada incapaz de invertir en la urbe. Así es como mueren las ciudades.
Señales para reconocer e identificar cómo mueren las ciudades
Aunque no existen reglas maestras para identificar ciudades moribundas, sí hay factores que aportan pistas al respecto. El análisis de la caída de la renta per cápita de la zona, la falta de infraestructuras sociales, el desplome del precio de las viviendas, la oxidación de los cinturones industriales o la migración continua de la población adinerada son pistas de una ciudad moribunda.Caída de la renta per cápita respecto a otras ciudades
El precio de la vivienda se desploma con rapidez

El lento vaciado de la ciudad
La educación, elemento básico para que una ciudad sobreviva
A lo largo del siglo XIX muchas ciudades industriales crecieron con rapidez, como es el caso de Manchester, que pasó de tener menos de 100.000 habitantes en 1800 a 750.000 en 1931. Desde entonces, la ciudad ha vivido un éxodo masivo que la sitúa por debajo de los 550.000. Su gran error fue no usar el superávit para invertir en el tipo de educación que acabaría desplazando la industria.Detroit, el auge de la ciudad industrial
La ciudad de Detroit es a menudo usada para ejemplificar el auge y caída de las ciudades. Prácticamente un poblado de pocas familias en 1800, hacia 1900 era una boyante metrópoli con casi 300 000 habitantes. Llegó a su punto álgido en 1960, con 1 670 144, pero para entonces ya estaba herida de muerte.Esta ciudad industrial fue durante décadas uno de los motores manufactureros de los Estados Unidos, especialmente durante periodos expansionistas hacia el oeste —su posición privilegiada junto a los Grandes Lagos y la ruta directa desde Nueva York les daban ventaja— así como durante las guerras mundiales.La inversión en industria pesada, la falta de competencia mundial y una infraestructura de canales única en el mundo —el Canal de Erie, inaugurado en 1825, recorría 380 millas desde el Lago Erie hasta Nueva York y transportaba todo tipo de materias primas— atrajo empresas como General Motors, Ford y Chrysler, que la hicieron crecer y posicionarse como líder mundial.
La Tercera Revolución Industrial: adiós, Detroit
Detroit, así como Manchester en Reino Unido o Bilbao en España, son hijas directas de la Primera Revolución Industrial (1760-1830) e impulsoras de la Segunda Revolución Industrial (1860-1917). Se hicieron fuertes en metalurgia e intercambio de materiales pesados hasta que la globalización las hizo incapaces de competir. Fueron víctimas de la Tercera Revolución Industrial (1965-1990).Muchas de estas ciudades, con Detroit a la cabeza, invirtieron todos sus recursos a conservar su industria. Década tras década gastaron cantidades ingentes de dinero en mantener su situación presente, ignorando el cambio económico que vendría. El resultado fue una masa obrera de múltiples generaciones de trabajadores muy especializados en tareas concretas pero sin una educación formal de calidad.Hacia 1920 en Reino Unido y 1930 en Estados Unidos, la ralentización con la que crecían las ciudades industriales debió servir de pista para invertir en escuelas, pero las cosas se llevaban haciendo de un modo determinado durante demasiado tiempo. Una última generación de jóvenes de 16 años sin formación reglada salió a las fábricas para descubrir que estas cerraban una tras otra.¿Es viable revivir una ciudad moribunda?

Invertir en educación a largo plazo, la clave de todo
