Autor | Marcos MartinezEl consumo de energía total aumenta en todo el mundo en paralelo al desarrollo de la civilización, que es exponencial. Esta premisa fue la que dio lugar a la escala de Kardashov, que medía la evolución tecnológica en base a cómo la civilización consumía energía, y significa que cada año necesitamos más recursos (fósiles, renovables o nucleares) para abastecernos.Cada persona del mundo consume anualmente un poco más de energía que el año anterior, de media, y aunque países como Alemania o Estados Unidos parecen reducir el consumo de energía per cápita, este lleva aumentando desde que tenemos registros. ¿Por qué?
Un consumo de energía per cápita prácticamente lineal
Si observamos la gráfica del banco mundial, expresada en kWh per cápita desde 1971, vemos que el consumo per cápita ha ido aumentando de forma casi lineal. Si un habitante de 1971 consumía 1200 kWh/año, tanto él como sus hijos habían pasado a consumir 2386 kWh/año en el año 2000.
Población en aumento, ¿consumo exponencial?
La consecuencia de este consumo creciente, combinado con una población también en aumento (7.594 millones de personas en 2018), ha generado que el consumo total a nivel mundial siga una curva exponencial. Sin embargo, el consumo per cápita no ha sido igual en todo el mundo.Así se muestra en el gráfico interactivo de abajo, donde podemos ver cómo algunas regiones han reducido parte del consumo per cápita durante las últimas décadas (países ricos) mientras que otros han aumentado rápidamente, como China. ¿Ha sido así?
¿Son las ciudades desarrolladas más eficientes?
En términos generales podemos afirmar que la huella de carbono de un habitante de una ciudad de un país desarrollado es bastante menor al de una ciudad de un país en desarrollo, como muestra el estudio más amplio en la materia. Aunque matizaremos más abajo.En este sentido, las ciudades europeas y latinas son las que menos consumo de energía per cápita tienen, seguidas de las estadounidenses, las ciudades de Oriente Medio y las asiáticas. Esto es así debido a la estructura compacta de las ciudades, así como de diversas políticas de descarbonización, climatización y movilidad pública.Un reciente informe sitúa a países como Alemania y España a la cabeza de la descarbonización de la economía, convirtiendo el mix energético a energías no basadas en el carbón. Pero estas medidas no tienen en cuenta las externalidades de dichos países.Si tomamos como ejemplo las ciudades de Hong Kong (China) o Nueva Delhi (India), y observamos sus índices de contaminación y consumo per cápita, podríamos caer en el error de juzgar a sus habitantes como irresponsables a nivel energético. Maticemos.La deslocalización de la industria occidental hacia 1990 supuso también el “envío” del consumo en la producción. Puede observarse claramente cómo en el momento en que países como Estados Unidos empezaron a frenar su consumo per cápita, China lo elevaba al convertirse en la “fábrica del mundo”.
¿Disminuir el consumo per cápita, o la población?
Además de la descarbonización, muy presente en Europa, América del Sur y algunos estados norteamericanos, tenemos por delante el problema de cómo limitar el consumo de energía que, incluso renovable, tiene un impacto medioambiental cada vez mayor.Ante nosotros tenemos una disyuntiva: o cambiar nuestros hábitos de consumo creciente para limitarlo y reducirlo a medida que crezca la población mundial; o bien acelerar el decrecimiento poblacional que vemos en los países en desarrollo, de forma que el consumo total no supere cierto umbral.Imágenes | Science in HD, M. Martínez