El World Cities Report 2016 de UN Habitat es un documento repleto de cifras que imponen. Una de las más impactantes son los 3.000 millones de personas vivirán en asentamientos informales hacia el año 2050. Una parte muy importante de estas infraviviendas se concentrará en África y América Latina, cuyos suburbios rivalizan en extensión y densidad con las urbes de países desarrollados.¿Cómo hacer frente a los problemas de estos barrios degradados construidos por sus propios moradores? Cada país, incluso cada asentamiento, es un caso único. La cultura local y sobre todo la historia de las ciudades en torno a las cuales crecen forman parte de su idiosincrasia, evitando el establecimiento de soluciones globales.Los expertos congregados por el panel Right to the City del Smart City Expo World Congress 2019 tenían no obstante algunas ideas al respecto. Fundamentalmente diferentes, pero precisamente por ello merecedoras de ser examinadas en mayor detalle.
(Delft)LINK: inversores y propietarios frente a la ausencia de viviendas dignas
La historia de los asentamientos informales de Sudáfrica, las grandes barriadas marginales también conocidas como townships, hunde sus raíces en la era del Apartheid. Los trabajadores negros y mestizos de baja cualificación constituían el grueso de la fuerza laboral pero no eran aceptados en los centros del poder económico, unas ciudades donde se concentraba la población blanca.Como parte de la política de segregación racial instaurada hacia la década de los 50, estos ciudadanos de segunda clase eran alojados en zonas periféricas. Delft, un suburbio de Ciudad del Cabo, fue planificado en 1987 bajo una estrategia que quería impulsar la vivienda en propiedad, por lo que sus casas fueron ofrecidas a sus ocupantes siguiendo una política de subvenciones.Más tarde, una extensión llamada Delft South se convirtió en el primer asentamiento para personas de distintas razas. Como en otras partes de Delft, este barrio se enfrenta a problemas de drogadicción y una elevada criminalidad, pero además, a un hecho singular: tiene su propia crisis de la vivienda.Por sus características topográficas, Ciudad del Cabo no tiene mucho espacio para seguir creciendo. Construida entre las montañas y el mar, se enfrenta al clásico modelo urbanístico sudafricano de enormes extensiones de pequeñas casitas y edificios comerciales de una sola planta ocupando las planicies. Delft South nació siguiendo ese mismo patrón, y sus habitantes suelen poseer diminutos hogares unifamiliares pero multigeneracionales con patios traseros comparativamente generosos que en ocasiones han servido para construir infraviviendas anejas para su alquiler.Este peculiar tipo de inversión inmobiliaria ha derivado en un mayor problema de marginalidad. Al mismo tiempo, ilustra el hecho de que algunos de sus habitantes tienen dinero suficiente para emprender. El proyecto universitario (Delft)LINK quiere atajar esta situación, proporcionando a inversores y propietarios una fuente de ingresos al tiempo que se mejoran las condiciones del barrio.Todavía en fase exploratoria, (Delft)LINK atrajo la atención durante el Smart City Expo World Congress por introducir un elemento empresarial en la regeneración urbanística. Su idea general pasa por actuar como elemento facilitador entre pequeños inversores y propietarios promotores/constructores, que usando el dinero de los primeros pueden levantar pequeñas viviendas siguiendo parámetros bien estructurados según las pautas marcadas por (Delft)LINK.Una de las peculiaridades de (Delft)LINK, relataron sus responsables, es que todas las partes implicadas mantienen su relación empresarial a través de una aplicación móvil. Las gestiones se realizan desde el teléfono y sin dinero en efectivo, muy en línea con las innovaciones FinTech africanas, poniendo en contacto a los promotores con albañiles y técnicos, pero también con los servicios legales de la ciudad para la realización de trámites.El propósito de (Delft)LINK es lo que sus creadores denominan como "construcción lucrativa con costes sociales negativos". En esencia, acercar dinámicas urbanísticas regladas a barrios caracterizados por la informalidad, todo ello al tiempo que se consigue un aumento de la oferta de viviendas. Un proyecto que podría servir de inspiración en otros rincones de África.
Barrio 31: un ambicioso plan de choque basado en la integración
https://youtu.be/qnjMSNAQoUQVilla 31, en Buenos Aires, Argentina, es un asentamiento radicalmente distinto. Con una población de más de 40.000 personas, esta barriada o villa miseria sigue la clásica dinámica latinoamericana marcada por la afluencia de trabajadores empobrecidos. Desde sus orígenes en los años 30 se ha ido nutriendo de emigrantes añadidos a un sustrato que, tras numerosos intentos fallidos por erradicar el asentamiento, ya tiene el arraigo local de un barrio consolidado.Las características urbanísticas de Villa 31 son las de todo asentamiento construido poco a poco por sus habitantes sin respetar las ordenanzas municipales. Sus calles acogen a un gran número de pequeños negocios, desde barberías y tiendas de alimentación a talleres, situados junto a las viviendas a la sombra de la Autopista Dr. Arturo Umberto Illia.De igual forma, los problemas de Villa 31 eran (aún son) los habituales en todo asentamiento marcado por la pobreza: robos, violencia y drogadicción. Pero sobre todo, exclusión social. Sin servicios bien estructurados, sus habitantes tenían pocas oportunidades de prosperar, engrandeciendo un problema enquistado desde hace décadas.Esta situación está cambiando gracias a uno de los mayores planes de choque contra la marginalidad llevados a cabo en la historia de Argentina. Ahora conocido como Barrio 31, este distrito está siendo objeto de una serie de actuaciones de gran calado destinadas a mejorar la salubridad del entorno, reforzar el tejido social y estimular su propia economía mediante su incorporación formal a la ciudad de Buenos Aires.Diego Fernández, Secretario de Integración Social y Urbana del gobierno de Buenos Aires, dio en Barcelona las pautas de este ambicioso programa de erradicación de la marginalidad. El primer paso es la otorgación de títulos de propiedad. Un gran número de los habitantes de Barrio 31 no eran propietarios de sus hogares, así que desde el ayuntamiento se han regularizado mediante la firma de escrituras, una herramienta por otro lado habitual en otros planes de consolidación de asentamientos.Donde Barrio 31 difiere es en todo lo que viene después. Lejos de limitarse a dar cédulas catastrales y mandar algunas patrullas de policía, el ayuntamiento Buenos Aires ha decidido mejorar y formalizar los suministros de agua y electricidad, la pavimentación, las obras de iluminación. También los espacios sociales, construyéndose espacios deportivos y parques, paseos y centros comunitarios.Asimismo, algunas de las viviendas más decrépitas del asentamiento han sido derruidas o renovadas por completo siguiendo criterios de seguridad actuales. Y también se han invitado a que las empresas participen en el barrio, que por fin cuenta con oficinas bancarias y un mercado al aire libre actualizado. Y es que, tal y como explicó Fernández durante su ponencia, uno de los grandes desafíos de Barrio 31 es lograr no solo formalizar el entorno, sino también una economía eminentemente sumergida.Es difícil de reflejar la magnitud del esfuerzo realizado por Buenos Aires para sacar adelante Barrio 31. En cuestión de unos pocos años su juventud ha pasado de estar condenada a la exclusión y la criminalidad a poder acudir a uno de los centros de educación pública más modernos de toda Argentina, según declaró Fernández, todo ello al tiempo que se ha escogido uno de los barrios antiguamente más degradados del país para instalar la sede del nuevo Ministerio de Educación e Innovación de Buenos Aires.El resultado de todas estas actuaciones se deja notar a simple vista, pero ahora los habitantes de Barrio 31 se enfrentan a un grave contratiempo: mientras se sanean sus calles, la crisis económica argentina ha elevado el precio de los alimentos y reducido las oportunidades laborales en un asentamiento que aspira a convertirse en un modelo para la región. Una paradoja por otro lado no exenta de precedentes.Imágenes | Wikipedia (1 y 2), Jonas Humbel, Ciudad de Buenos Aires