Autora | Raquel C. Pico
Las energías renovables son una de las piezas fundamentales en el camino hacia la sostenibilidad de las ciudades. Sin hacer una transición energética —reduciendo la dependencia en los combustibles fósiles y sustituyéndolos por fuentes de energía más limpias—, no podrán alcanzar algunos de los objetivos sostenibles que se han marcado y que son fundamentales para afrontar los retos causados por la emergencia climática. En ese contexto destaca especialmente el potencial de la energía solar.
La producción de energía solar aprovecha la radiación para convertirla tanto en electricidad como para generar calor. Lo hace de un modo limpio y sin esquilmar ningún recurso natural. Además, para las ciudades tiene un gran valor añadido: frente a otras vías de producción de energía, la solar no genera contaminación acústica.
Por ello, se está convirtiendo en un elemento que despierte interés en la planificación urbana. Al fin y al cabo, las ciudades son uno de los grandes vampiros energéticos. Una estadística de la Comisión Europea recuerda que el 80% de la población mundial vive y trabaja en entornos urbanos y ahí es donde se consume el 80% de toda la energía. Dado que la población urbana no para de crecer —y no dejará de hacerlo en los próximos años—, el consumo energético no dejará tampoco de hacerlo.
Cómo cambia la producción de energía solar la planificación urbana
A pesar de que su potencial es muy elevado, la incorporación de la energía solar a la infraestructura urbana no está exenta de retos. Como apunta el estudio Solar Cities, elaborado por Solar Power Europe, los proyectos solares deben enfrentarse a dudas en términos de costes, espacio y apatía ciudadana. Este último punto se puede conquistar con transparencia y una cierta pedagogía sobre lo que suponen.
Los demás también tienen solución. Deben incluirse en la planificación urbana. Si bien las ciudades tienen un margen limitado para instalar estas infraestructuras, lo cierto es que las fuentes de energía solar pueden ser muy variadas. Esto posibilita que las ciudades se puedan aprovechar de su potencial, incluyéndolas en infraestructuras ya existentes o creando gracias a ellas nuevos espacios y oportunidades.
Aunque se suele pensar en las granjas solares —enormes extensiones llenas de paneles para captar la luz del sol—, lo cierto es que las opciones para generar energía solar son mucho más amplias. Cualquier superficie que reciba el impacto de la luz puede convertirse en una fuente de energía solar. Así, por ejemplo, se está experimentando ya con ventanas solares, en las que el vidrio convive con células solares que captan la energía, pero también se está experimentando con vías con cubiertas que dan sombra y captan energía. Este último ejemplo es interesante porque ayuda a paliar otro de los grandes problemas urbanos, su necesidad de crear refugios climáticos para la ciudadanía durante los períodos de mayor temperatura.
Las ciudades ya están cambiando los tejados de sus edificios o crenado plantas solares en zonas cercanas para producir energía.
A esto se suma que las ciudades y sus habitantes pueden trabajar en red. Una de las propuestas del citado estudio Solar Cities es el de apostar por compartir energía. Otra, la de crear comunidades energéticas.
En términos de costes, las últimas cuentas de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) hablan de que los precios de módulos de producción de energía solar cayeron en 2023 en casi un 50%, mientras que la capacidad de fabricación triplica la de 2021. Esto es, se están fabricando más dispositivos y se están vendiendo más baratos. Esta caída de los precios de la infraestructura solar podría apuntalar todavía más esta transformación y hacerla aún más accesible a más localidades y en geografías más diversas.
Líderes en uso de energía solar
De hecho, y en líneas generales, la producción de energía renovable ha escalado de forma notable en los últimos años y el impulso de la fotovoltaica es uno de los elementos que lo explican. Según los datos del último estudio anual de la IEA, la capacidad global renovable ha escalado en casi un 50% en 2023, «el más rápido crecimiento en las últimas décadas». La producción solar supone tres cuartas partes de esa subida.
China es el mercado fundamental detrás de este impulso. Según la IEA, China igualó con sus proyectos de plantas de energía solar en 2023 todo lo que el resto de países había hecho en 2022. Por ello, tampoco sorprende que sea China el país que lidera en producción solar. En el top 10 de países con mayor capacidad de producción, se posiciona en la primera posición y a mucha distancia de las siguientes economías. China es la primera con una capacidad en megavatios de 393.032 (datos de 2022), seguida por Estados Unidos (113.015), Japón (78.833), Alemania (66.554), India (63.146), Australia (26.792), Italia (25.083), Brasil (24.079), Países Bajos (22.590) y Corea del Sur (20.975).
España (20.518), Vietnam (18.474) y Francia (17.419) están muy cerca de los diez países líderes en producción solar.
Las ciudades que más apuestan por la solar
No resulta tan sencillo establecer un ranking global de las ciudades que lideran en energía solar, porque las fuentes son fragmentarias. Suelen compararse por mercados y estas cuentas suelen centrarse en economías del llamado norte global. Con todo, ya existen un centenar de ciudades en todo el mundo que generan el 70% de toda la energía que consumen con renovables, según cálculos de CDP. 184 ciudades repartidas por todo el mundo —de las 620 que analizan— usan fotovoltaica.
En Estados Unidos, el ranking de las ciudades que más apuestan por la energía solar lo lidera Honolulu, en Hawái, seguida por Las Vegas (Nevada), San Diego (California), Alburquerque (Nuevo México) y San José (California), según datos del Foro Económico Mundial. La capacidad de producción de Honolulu equivale a tres paneles solares por cada habitante.
Lecciones de los casos de éxito
Pero ¿qué hacen las ciudades solares y a qué destinan su producción de energía solar? La fotovoltaica es, en ocasiones, parte de una transformación del mix energético urbano para alcanzar la neutralidad de carbono o para reducir la huella.
Es el caso de Adelaida (Australia), en la que la solar convive con la eólica en la estrategia energética urbana: quieren ser neutros antes de 2025. La transición energética se ve, igualmente, como una pieza más dentro de una visión más holística de la ciudad. Lo acompañan con una estrategia de transportes verde, por lo que se han creado carriles bici y se han potenciado los coches eléctricos.
En otros, la energía solar es la vía para evitar caer en los fallos de otras urbes. Cocody —uno de los ayuntamientos del área urbana de Abidjan (Costa de Marfil)— ha abordado el crecimiento de las necesidades de consumo energético con producción solar. Es la energía que alimenta las infraestructuras públicas. De hecho, como suman las estimaciones de la CDP, para las ciudades africanas el potencial de las energías solar y eólica es muy elevado. Dar es Salaam (Tanzania), Harare (Zimbabue) y Mazabuka (Zambia) son tres ejemplos.
Igualmente, es interesante recordar que la producción solar funciona en todo tipo de climas, por mucho que unos sean más propicios que otros. Londres (Reino Unido) ya genera la mitad de toda la electricidad que necesitan las oficinas municipales en una granja solar en Dorset y Hutwill (Suiza) está construyendo un barrio que autogenerará con fotovoltaica la electricidad que necesitan sus habitantes.
Fotos | Manny Becerra, Bill Mead