Autora | Raquel C. Pico
Aunque desde fuera se suele ver la huella ambiental de los coches como un todo, su impacto en el medioambiente —y, por ende, en la salud de las propias personas— se conecta con distintos tipos de contaminación. Por un lado, están las emisiones que emiten sus tubos de escape. Por otro, las que no están conectadas directamente a este punto, lo que en inglés se conocen como non-exhaust emissions. En castellano, se habla de ellas como emisiones no provenientes de los tubos de escape. Es en este punto donde entra el polvo de las ruedas. Cada kilómetro que recorre un coche produce un desgaste en los neumáticos, uno que tiene consecuencias para el medioambiente.
Los problemas de las ruedas
Los neumáticos son un serio problema medioambiental cuando terminan su ciclo de vida. A pesar de que la industria trabaja para reciclarlas y darles nueva vida, todavía existen repartidos por todo el mundo los conocidos como cementerios de neumáticos, en los que se acumulan ruedas usadas.
Sin embargo, el problema arranca antes. Cuando están en carretera y en uso están generando polvo de rueda y lanzando emisiones a la atmósfera. Este tipo de contaminación entra en el ciclo de la naturaleza. Del polvo se va a la atmósfera, pero de ahí llega igualmente a los suelos, a los acuíferos o a los océanos.
Aunque el caucho sigue siendo el ingrediente material en la fabricación de las ruedas, en su composición entran muchos otros materiales. Incluso el propio caucho es, cuando es sintético, un derivado del petróleo. El desgaste de todas esas sustancias tiene efectos directos e indirectos sobre el entorno. Algunas investigaciones han demostrado el potente vínculo entre el polvo de los neumáticos y los microplásticos: el 78% de todos los microplásticos que ahora mismo se pueden encontrar en el océano vienen de las ruedas de los coches, según datos de un informe del Pew Charitable Trust.
El impacto del plástico es preocupante, pero no es el único elemento que inquieta sobre la huella ambiental de las ruedas. De su desgaste emanan igualmente otros tipos de polución, como emisiones de metales pesados como el cobre, el zinc o el plomo. Según cálculos de Emissions Analytics, cada coche emite 1 billón de partículas ultrafinas por kilómetro recorrido.
Los materiales que se emplean para aumentar la durabilidad de los neumáticos son la fuente de otras emisiones preocupantes. Una investigación de científicos de varias universidades chinas recuerda que una vez que el neumático entra en contacto con oxidantes como el ozono se convierten en la fuente de los contaminantes 6PPD y 6PPD-Q, que llegan a la atmósfera vía polvo de ruedas. Desde ahí, se filtran a la naturaleza. El 6PPD-Q es uno de los muchos tipos de polución que afectan a los ecosistemas acuáticos. Y sobre el 6PPD se teoriza que tiene un impacto directo en la mortalidad de especies de peces, como el salmón.
¿Soluciona el coche eléctrico el problema de las ruedas?
La transición energética no soluciona del todo el problema. Aunque el paso del coche de combustión al coche eléctrico reduce la huella del tráfico en algunas áreas —lo suficientemente importante, de hecho, como para que se haya prohibido el diésel ya en Europa—, no consigue solventar el impacto de todos los tipos de contaminación. De hecho, no solo no palía el problema del polvo de las ruedas, sino que incluso lo agrava.
De entrada, el cambio en el peso del vehículo que implica la infraestructura de los eléctricos es una desventaja. Los coches eléctricos necesitan baterías más pesadas y, según algunas estimaciones, por cada media tonelada que sube el peso de un coche lo hace de forma paralela en un 20% el desgaste que soportan las ruedas. Para continuar, la capacidad de aceleración de los eléctricos es superior a los de los coches de combustión, lo que igualmente supone más desgaste.
Esto lleva a que, aunque en algunos tipos de polución los eléctricos den mejores datos, sus emisiones no provenientes de los tubos de escape superen en cinco veces a las que sí lo hacen. Las ruedas de los coches eléctricos se desgastan entre un 20 y un 50% más rápido que la de los coches de combustión, según cálculos de Emission Analytics.
Cambiar las ruedas para reducir la polución
En resumidas cuentas, los nuevos tipos de vehículos no lograran paliar el problema a menos que se afronte de forma directa la cuestión de los neumáticos. Para reducir los efectos negativos de los coches en el planeta, se debe comprender que generan diferentes tipos de contaminación y que cada una de ellas necesita respuestas distintas.
Algunas propuestas pasan ya por cambiar cómo se fabrican las ruedas, optando por materiales orgánicos como base —convirtiendo dientes de león o aceite de soja para crear caucho— o añadiendo elementos al propio neumático o al coche que palien esas emisiones. Un guardapolvo podría capturar el polvo de las ruedas y reducir sus emisiones.
Otras, directamente, parten de la ley para afrontar el problema. La norma Euro 7 de la Unión Europea —que entrará en vigor a finales de la década— ha marcado máximos de emisiones según tipo de vehículos. A diferencia de otras normas previas sobre contaminación del tráfico rodado, esta normativa también incluye las emisiones no provenientes del tubo de escape. Esto es, obliga a tener presente el polvo de ruedas.
Fotos | Yvette S, Dan Meyers, engin akyurt