Autores | Jaime Ramos, Raquel C. Pico
La natalidad es uno de los temas centrales de la actualidad. Esto es así por sus bajos niveles en los países de Occidente, como por el aumento exponencial de población que viene experimentado el resto de planeta. Esto afecta de forma especial a las ciudades, que contienen el 54% de la población mundial, con estimaciones de crecimiento por encima del 66% para 2050.
La caída de la maternidad se han ido convirtiendo en algo común a casi todas las economías a lo largo de los últimos años. De hecho, las últimas investigaciones hablan ya de que la tasa de fertilidad mundial ha pasado de los 4,8 hijos que se registraban en 1950 a los 2,2 de la actualidad. A los analistas les preocupa especialmente qué ocurrirá en una cuantas décadas vista, cuando los nacimientos también desciendan en los países en vías de desarrollo y no se recuperen en los desarrollados y la tasa de fertilidad mundial baje hasta los 1,8 hijos en 2050.
El por qué de este retroceso de la natalidad y la caída potencial de la población mundial se conecta con múltiples causas: la desigualdad de géneros y la penalización profesional que la maternidad supone para las mujeres lastran las cifras de nacimientos, así como lo hacen la precarización y la incertidumbre económica.
Maternidad igualitaria
Estas situaciones generan fuertes divergencias sociales que se viven incluso antes de que un bebé nazca. Es un reto al que las ciudades inteligentes también se enfrentan, y no es otro que el de procurar unas condiciones más justas en lo que a la maternidad y paternidad se refiere.
Un urbanismo comprometido con la familia como núcleo original de la sociedad comienza con la igualdad de acceso a la sanidad. Se trata de un desafío portentoso en países con grandes masas de población y con elevadas tasas de natalidad. En el otro extremo, el de los puntos del globo donde la natalidad desciende y la población envejece, las ciudades inteligentes desarrollan fórmulas para integrar en sus estructuras a las familias que cuentan con un nuevo miembro y fomentar que esto se produzca.
Combatiendo la tasa de mortalidad infantil
Igualmente, no puede olvidarse que tanto la mortalidad infantil como la mortalidad materna siguen siendo problemas graves que afectan de forma transversal al planeta. Responder a cuáles son las cifras globales de mortalidad infantil requiere una respuesta compleja, porque las cifras varían según países.
En general, y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cifras han ido cayendo desde los años 90. Entre 1990 y 2022, se han reducido en un 59% las muertes de menores de cinco años, pasando de 12,8 millones a 4,9. Aun así, la OMS puntualiza que las muertes de neonatos caen a un ritmo más lento y que todavía mueren en el mundo cada día 6.300 recién nacidos. Además, los datos de mejora de mortalidad infantil se han estancado desde 2015.
Dónde se nace sigue marcando la diferencia en términos de supervivencia. La OMS estima que es 11 veces más probable que un recién nacido fallezca en su primer mes de vida si viene al mundo en el área subsahariana que si lo ha hecho en Australia o Nueva Zelanda. Aunque las cifras de supervivencia son mucho más positivas en los países más desarrollados, en los que existen amplios recursos sanitarios, tampoco allí las cosas son perfectas. En algunos de ellos, los datos de fallecimiento en el parto y los meses siguientes tanto de bebés como sus madres son todavía demasiado elevados. La maternidad y el embarazo siguen siendo un proceso lleno de riesgos.
Un ejemplo singularmente paradójico lo encontramos en Estados Unidos. La potencia norteamericana tiene una tasa de mortalidad infantil impropia. Por cada 1.000 nacimientos, se producen allí 5,8 muertes. Este problema de salud pública tiene en parte su origen en algunas de las brechas sociales que se viven en ese país.
De forma más granular, las defunciones de bebés negros son hasta 2,4 veces superiores a las de bebés blancos. En ese sentido, la ciudad de Columbus, en Ohio, ensayará este año un programa piloto de atención para 500 mujeres embarazadas que busca atajar el problema de la tasa de mortalidad en los primeros momentos de vida.
Dirigido a las áreas más favorecidas, el proyecto conectará y monitorizará a las embarazadas proporcionándoles transporte para asistencia sanitaria y otros servicios esenciales como compra de productos alimenticios o farmacia.
Mejorando la lactancia y la alimentación complementaria
En esa misma línea se mueve el proyecto Alive and Thrive, que busca extender los beneficios de la lactancia materna a nivel global. Impulsado por la Fundación Bill & Melinda Gates, junto a los gobiernos de Canadá e Irlanda, entiende que la lactancia es una inversión, no solo para la salud de los bebés, sino para toda la sociedad.
Según señalan, cada dólar invertido reporta de vuelta a la sociedad hasta 35, gracias a la mejora de las condiciones de vida de los pequeños y los beneficios en cuanto a desarrollo cognitivo. En esa línea, las ciudades inteligentes cuentan con recursos para integrar la lactancia como un fenómeno social beneficioso.
En los últimos tiempos han proliferado soluciones para ayudar a las madres a comenzar a dar el pecho o evitar destetes prematuros. Tal es el caso de Momsense. Se trata de un sistema de sensores para analizar el modo en que los bebés toman el pecho.
Las ciudades tienen un papel importante a la hora de hacer de la maternidad, el embarazo y la crianza algo más saludable y seguro. El urbanismo puede impulsar soluciones que ayuden a afrontar muchas de las cuestiones que frenan la tasa de nacimientos y hacer más fácil la vida de las familias, entendiendo además que el propio concepto de familia se ha vuelto mucho más diverso ahora de lo que lo era hace décadas.
En los países más desarrollados, los retos que presenta la paternidad, maternidad y la lactancia tienen mucho que ver con las condiciones laborales. Para una madre trabajadora, es realmente complicado conciliar su labor profesional con la lactancia. En este sentido las ciudades inteligentes aportan soluciones como el teletrabajo y la flexibilización de horarios.
El diseño urbano o la arquitectura pueden crear espacios mucho más amigables para dar el pecho o que hagan más fácil o accesibles las prácticas de lactancia. Las salas de lactancia crean espacios cómodos y limpios en los que se puede alimentar a los bebés. Aun así, estas soluciones no pueden ocultar algunas de las razones que llevan a que la crianza sea una carrera de obstáculos, como es el hecho de que todavía persistan tabús sobre dar el pecho en público. Aunque en la Unión Europea es ilegal discriminar a las mujeres en el período de lactancia (y por tanto legislar contra dar el pecho), en algunos países siguen existiendo normas que prohíben dar el pecho en público.
También es importante tener en cuenta otras cuestiones a la hora diseñar las ciudades para que sean favorables a la crianza. Por ejemplo, algo tan sencillo como no limitar los servicios de apoyo por géneros —como puede ser incluir solo los cambiadores en los baños para mujeres— ayuda no solo a visibilizar que este es un trabajo compartido en el que los padres tienen un papel y unas responsabilidades sino también a reducir brechas de género.
No podemos obviar los grandes beneficios sociales y económicos que representa superar estos escollos actuales, como tampoco el hecho de que armonizar la natalidad y la atención de los progenitores puede suponer problemas importantes independientemente de la riqueza de las ciudades.
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