Autor | Eduardo Bravo
Recopilar datos sobre el número de personas que viven en la calle no es tarea sencilla. La última vez que Naciones Unidas intentó realizar un estudio global fue en 2005, cuando se estimó que 100 millones de personas carecían de hogar. Según publicó UN Hábitat en 2022, unos 1.600 millones de personas no tenían acceso a una vivienda que cumpliera con unas condiciones mínimas de habitabilidad.
A nivel regional, Estados Unidos reportó en 2023 que aproximadamente 653.100 personas (de una población total de 334,9 millones) se encontraban sin hogar, un aumento del 12% respecto al año anterior.
Desde una perspectiva global, países como Pakistán, Nigeria y Estados Unidos son los que cuentan con un mayor número de personas sin hogar. Cada uno de ellos se enfrenta a retos únicos y a factores que contribuyen al problema. Pakistán, por ejemplo, tiene el mayor número de personas sin hogar, estimado en 8 millones.
Lo más escalofriante de estos datos es que no son concluyentes, debido a la dificultad de recabar la información y a los diferentes criterios que los países emplean para determinar quién es una persona sin hogar. Aunque sea su cara más visible, no solo las personas que duermen en la calle son personas sin hogar. También entran en esa clasificación aquellos que pernoctan en refugios públicos, en casa de familiares o en sus automóviles. Por lo tanto, la cantidad podría ser mayor.
Las causas de la indigencia urbana y qué pueden hacer las ciudades
Aunque existen casuísticas locales que provocan que unas ciudades cuenten con un mayor número de personas sin techo que otras, hay una serie de condicionantes reiterativos que podrían paliarse o erradicarse con la implementación de la gobernanza urbana, sobre todo relacionada con la vivienda:
Precio de la vivienda
Según Eurostat, 82 millones de europeos gastan más del 40% de sus ingresos disponibles en vivienda, cuando la recomendación es que no superen el 30%. El precio de la compra y el alquiler continúa subiendo, mientras que los ingresos se estancan de forma generalizada y el número de personas sin hogar aumenta.
Agilizar la burocracia para construir más vivienda asequible
Aunque los gobiernos locales no siempre pueden controlar la financiación de capital destinado a edificar vivienda social, sí pueden agilizar los procesos de obtención de permisos que permitan avanzar en la escala y la velocidad de ejecución de viviendas asequible. Es importante tener en cuenta, por otra parte, que unas políticas de protección mal diseñadas pueden conllevar la retirada de viviendas del parque de alquiler, incrementando el precio de las restantes y aumentando su inaccesibilidad.
Mayor protección hacia los inquilinos
Los gobiernos locales pueden promulgar leyes que protejan contra el desahucio o políticas de control del alquiler que frenen la escalada de personas sin hogar a largo plazo. Los Ángeles, por ejemplo, ha ampliado la protección contra el desahucio por causas humanitarias.
Iniciativas urbanas para frenar el aumento de las personas sin techo
Built For Zero
Para intentar resolver el problema diferentes países en todo el mundo están poniendo en marcha iniciativas como Built For Zero, programa desarrollado en diferentes ciudades de Estados Unidos que ha reducido drásticamente las cifras de personas sin techo de larga duración en localidades como Abilene, Texas, y Bergen County, New Jersey.
Para ello se han creado bases de datos con la información relevante de las personas en situación de vulnerabilidad que se actualiza constantemente y que se cruza con las de las administraciones públicas y organizaciones sociales de ayuda a los sin techo. De este modo se han reducido los plazos para conseguir ayuda y se puede hacer un seguimiento personalizado que permita adaptar las soluciones a las circunstancias de los necesitados.
Housing First
También en Europa se están aplicando soluciones para erradicar el problema. Una de ellas es el programa Urbact Roof, del que forman parte nueve ciudades europeas que ponen en común ideas y soluciones para resolver el problema como, por ejemplo, el proyecto Housing First. Housing First busca conseguir hogares permanentes a los sin casa, como primer paso para poder resolver otras situaciones conflictivas, tales son adicciones, enfermedades mentales o la búsqueda de empleo. Además, Housing First hace partícipes a los interesados del proceso de búsqueda de alojamiento, con el convencimiento de que, cuanto más a gusto esté la persona en ese hogar, más tiempo permanecerá en él y más estable será su vida.
El punto de partida de Housing First es justamente el contrario al que solían utilizar los programas convencionales, que exigían al beneficiario entrar en un proceso de desintoxicación, de tratamiento psiquiátrico o de búsqueda de empleo antes de poder acceder a la vivienda, cuya conservación dependía, además, de los buenos resultados en los procesos anteriores. A pesar de lo rupturista, Housing First lleva ya tiempo aplicándose en Finlandia, el único país del mundo en el que el número de personas sin techo ha disminuido en los últimos tiempos. Para lograrlo el gobierno ha invertido en el programa 250 millones de euros, destinados a construir nuevas viviendas y contratar a trescientos trabajadores sociales. Una cantidad que algunos considerarán desorbitada pero que, en realidad no es así. El proyecto Housing First supone un ahorro de 15.000 euros al año por persona sin hogar que ya no es necesario atender a través de los servicios sociales.
Bus4Homesless
Mucho más modesta que Housing First es la propuesta de Bus4Homeless, ONG que reacondiciona autobuses fuera de servicio para convertirlos en alojamientos temporales, comedores sociales, aulas educativas y centros de salud. El objetivo es reintegrar a personas sin hogar a la sociedad ayudándoles a encontrar un alojamiento fijo, buscar trabajo y a lograr que sean independientes de los servicios sociales. En este sentido, cabe también destacar las medidas tomadas en la ciudad italiana de Trieste donde los protocolos de actuación hacia las personas sin hogar priorizan la intervención de psicólogos y asistentes sociales por encima de los de la policía, con objeto de solucionar el problema sin criminalizarlo.
¿Cómo será el futuro de aquellos que viven en la pobreza?
En 2021, el Banco Central clasificó a 39 países con “altos niveles de fragilidad institucional y social”. En ellos viven casi 1.000 millones de personas, 335 millones de las cuales lo hacen en pobreza extrema. Según las proyecciones del Reloj de la Pobreza Mundial, en 2030 la cifra aumentará hasta los 359 millones de personas.
La probabilidad de ser pobre o no dependerá cada vez más del lugar de nacimiento. En los próximos cinco años se estima que el 78% de los estados clasificados como no frágiles alcancen el Objetivo de Desarrollo Sostenible 1 de poner fin a la pobreza extrema, mientras que solo se espera que el 19% de los estados frágiles lo consigan.
Tal y como advierte el estudio Lost in the cityscape: Exploring urban homelessness, its societal imprints and policy suggestions, el problema de las personas sin techo en las urbes está a menudo eclipsada por el atractivo de la rápida urbanización y el crecimiento de las zonas urbanas.
La expansión urbana agrava estos problemas al disipar los recursos y aumentar la distancia geográfica para que las personas vulnerables puedan beneficiarse de los servicios esenciales, la obtención de empleo, asistencia sanitaria y servicios de apoyo, que son cruciales para superar las consecuencias de no tener un hogar.
En este contexto concreto, este estudio considera esencial examinar el problema de las personas sin hogar en las ciudades. Comprender sus experiencias subjetivas es primordial para entender las ramificaciones sociales del sinhogarismo urbano. Estos relatos no sólo arrojan luz sobre las adversidades personales y los retos a los que se enfrenta la población sin hogar, sino que también ayudan a identificar cuestiones sistémicas y dinámicas sociales que contribuyen a este acuciante problema urbano.