Autor | Eduardo BravoEl mobiliario urbano es un buen parámetro para conocer la personalidad de una ciudad. El diseño, los materiales y la ubicación de bancos, papeleras, buzones, bolardos, marquesinas o soportes publicitarios son reflejo de las políticas municipales hacia los ciudadanos y de las necesidades de estos.Los expertos en urbanismo aconsejan, y así lo suelen recoger las normativas municipales de las principales ciudades del mundo, que los diseños de mobiliario para entornos urbanos cumplan ciertos requisitos. Por ejemplo, que los materiales sean duraderos y resistentes a las inclemencias del tiempo. También deben ser fáciles de reparar y mantener.Además, en los últimos años se tiene muy en cuenta que estén fabricados con criterios de sostenibilidad, que se integren en el entorno y que su diseño sea ergonómico, para que resulten cómodos y agradables a los usuarios.Sin embargo, este tipo de mobiliario, que se había mantenido sin transformaciones reseñables desde hacía décadas, ha experimentado recientemente cambios sustanciales que han ido en paralelo al desarrollo de las ciudades inteligentes. Lo que antes eran diseños de cemento, pino y forja que cumplían mejor o peor los requisitos antes mencionados, son ahora piezas que incorporan las últimas tecnologías. Diseños que buscan mejorar el ahorro energético, facilitar el acceso a internet, evitar la contaminación lumínica, la contaminación acústica y fomentar la accesibilidad a las personas con diversidad funcional.En ciudades como Madrid y Barcelona, las marquesinas de autobús ya informan de la frecuencia de paso por medio de pantallas luminosas o de mensajes sonoros cuando las personas ciegas aprietan un botón. En Londres, ya van un paso por delante y han instalado prototipos en los que esa información acústica se activa automáticamente cuando el teléfono de la persona con capacidad visual reducida entra en el campo de acción de las marquesinas. Además, muchas de ellas también cuentan con interfaces para comunicar incidencias relativas al servicio de transportes y enchufes para cargar los dispositivos móviles.La recarga de los teléfonos, tabletas e incluso vehículos eléctricos es otra de las necesidades que han tenido que resolver las ciudades actuales a través de su mobiliario. En la localidad tarraconense de Altafulla, por ejemplo, han instalado unos tótems alimentados con la energía generada por la presión del agua de las tuberías de la propia red municipal. Por si esto no fuera suficiente, para hacer más agradable la operación de recarga, los usuarios pueden consultar internet o mandar mensajes gracias a la conexión wifi gratuita ofrecida por el ayuntamiento a través de esos mismos tótems.Esta apuesta por las energías renovables, el transporte ecológico y el consumo responsable de electricidad es otras de las características de este nuevo mobiliario urbano. Algunos de estos diseños recogen el agua de lluvia para reciclarla y otros se iluminan con leds de bajo consumo que, en ocasiones, son alimentados con luz solar. Esta energía renovable es, por ejemplo, la que utilizan los parquímetros de varias ciudades españolas o las estaciones Soofa.Operativas desde mediados de 2017 en localidades de Estados Unidos y Canadá, las Soofa son una suerte de áreas de descanso urbanas que, además de permitir cargar dispositivos móviles e informar sobre la actualidad de la ciudad, recopilan big data para conocer las necesidades reales de los ciudadanos y hacer que los servicios municipales sean más eficaces.Los dispositivos que recogen datos y los comparten con centros de control para mejorar los servicios es tal vez el gran avance incorporado por el nuevo mobiliario urbano. Entre la información que pueden recoger está la calidad del aire o la presencia de polen en el ambiente, lo que permite activar protocolos anticontaminación o advertir a la población alérgica de los riesgos que corre si decide salir a la calle. Asimismo y dado que todos esos elementos urbanos están conectados entre sí, esas advertencias a la ciudadanía pueden ser comunicadas a través de pantallas interactivas que, además de para usos publicitarios, son utilizados como canal de información municipal.Además de estas intervenciones puntuales, los dispositivos de big data aplicados al mobiliario urbano pueden conseguir a corto y medio plazo mejoras de gran calado en una ciudad. Colocados en papeleras, permiten saber cuándo el recipiente está lleno y, de esta forma, optimizar la recogida de residuos. Con ello se consigue que solo se acuda a vaciar los recipientes cuándo y dónde sea necesario, evitando las rutas diarias de limpieza por zonas que no la precisa y mejorando la calidad de vida de los vecinos, que no sufrirán el estruendo nocturno del camión de la basura cuando no sea imprescindible.No obstante, es necesario tener presente que todos estos avances, especialmente la recogida de datos, deben ser utilizados por las autoridades con cautela y en beneficio de los ciudadanos. Más aún tratándose del mobiliario urbano que, a pesar de su aparente inocencia, ha sido utilizado como elemento represivo con más frecuencia de lo deseable para dificultar ciertas actividades de la población o impedir el acceso a determinados lugares de la ciudad a aquellas personas que las autoridades consideran no deseables.Ejemplo de ello es el trabajo de Selena Savic y Gordan Savi?i?. Durante años, estos arquitectos han estudiado el uso del mobiliario urbano como medio de control social por parte de los gobiernos. Fruto de esa investigación surgió Unpleasant design, libro que recopila objetos de mobiliario urbano diseñados ex profeso para provocar incomodidad o controlar el comportamiento de la ciudadanía. Por ejemplo, accesorios destinados a evitar acciones incívicas –como orinar en lugares no autorizados–, bancos poco ergonómicos para que los ciudadanos no puedan sentarse a conversar entre ellos o elementos ornamentales punzantes colocados en superficies planas para que las personas en situación de pobreza no puedan descansar sobre ellos.En definitiva, actitudes o decisiones que demuestran que la evolución de las ciudades inteligentes en general y su mobiliario urbano en particular, no puede ser ajena a ciertos principios rectores que, además de la eficacia, el diseño, la ergonomía y la sostenibilidad, promuevan la convivencia, no desde la coerción, sino desde el respeto a los derechos fundamentales, sean estos la privacidad o la libertad de movimiento.Imágenes | Maryse, Jotandreu, AndyLeungHK, Joenomias, Jezhug, Maika_37, WikimediaImages, Helena, Ippicture.
Oceanix en Busán, el primer prototipo de comunidad flotante resistente y sostenible