Autor | Arantxa HerranzDispositivos conectados a Internet. Transmisión de video de alta resolución. Correos electrónicos. Cámaras de vigilancia. Televisores inteligentes. La vida moderna se llena cada vez más de todo tipo de productos y dispositivos conectados e inteligentes que nos hacen vivir mejor. Pero que también demandan cada vez más electricidad.Según un informe del investigador sueco Anders Andrae, la demanda de potencia de este tipo de productos conectados aumenta un 20% cada año. En 2015, fue responsable de aproximadamente el 3-5% del consumo de electricidad de todo el mundo. En su estudio, Andrae descubrió que la industria de las TIC podría usar el 20% de toda la electricidad y emitir hasta el 5,5% de las emisiones de carbono del mundo en 2025. Es decir, más que cualquier país (salvo Estados Unidos, China e India).Pero, además de este alto consumo, otro de los problemas es la energía que desperdician. Según un informe de la Agencia Internacional de Energía de 2014, los 14.000 millones de dispositivos electrónicos conectados que había en aquel entonces malgastaban alrededor de 80.000 millones de dólares cada año debido a su ineficiencia. Para 2020, el problema empeorará considerablemente, con un gasto estimado de 120.000 millones.Con un cada vez mayor número de dispositivos y sensores conectados, la demanda energética no deja de aumentar. Un incremento que será del 28% entre 2015 y 2040 según los cálculos de la administración de Estados Unidos. La mayor parte de este crecimiento (un 60%) provendrá de países que no están en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), especialmente aquellos con un fuerte crecimiento económico, particularmente en Asia.Pero también hay datos para la esperanza. Por ejemplo, la demanda mundial de energía per cápita alcanzará su punto máximo en 2030. A partir de ese momento, y gracias a nuevas tecnologías de eficiencia energética y a políticas gubernamentales más estrictas, esta demanda irá reduciéndose según pronostica el Consejo Mundial de Energía.
La solución está en las renovables y autoconsumo
Así pues, la demanda de energía por persona, incluidos los combustibles para el transporte, la calefacción y la electricidad, comenzaría a caer después de 2030. Además, se seguirá apostando y cada vez con más fuerza por energías renovables como la solar y la eólica, mientras que el carbón y el petróleo irán perdiendo peso como fuente de energía.Si la energía solar y eólica representaron el 4% de la generación eléctrica en 2014, gracias a estos cambios podrían suministrar hasta el 39% para 2060 según datos del Foro Económico Mundial.Además, la generación de energía individual y comunitaria también permitirá que países desarrollados puedan satisfacer más del 50% de sus necesidades energéticas por esta vía. Un aumento más que considerable teniendo en cuenta que en 2016 esta fuente de electricidad apenas supuso el 5%. Optimizar la obtención y el aprovechamiento de la energía es uno de los objetivos de una ciudad inteligente. Comunicación y digitalización serán claves para optimizar, precisamente, el uso de un recurso tan vital como el agua. La capacidad para registrar en tiempo real los datos correspondientes a diferentes espacios residenciales, comerciales e industriales será clave para generar solo la cantidad necesaria para las zonas necesarias o incluso reservar los excedentes en plantas de almacenamiento.Los ciudadanos, además, podrán hacer un mejor control de su consumo de electricidad y, en última instancia optimizar los gastos incurridos en las facturas de electricidad, pudiendo incluso comercializar energía mediante Blockchain como ya se está experimentado en Bangkok. Esto no solo ayudaría a reducir el consumo incontrolado de electricidad, sino que también aliviaría la enorme presión sobre una infraestructura todavía anclada en el siglo XX.Imágenes | David Cristian/Unsplash, Riccardo Annandale/Unsplash