Autor | M. Martinez@EuklidiadasEl zumbido eléctrico vibraba en las paredes del pabellón de aquella Exposición Universal de 1939. Futurama (Nueva York), la muestra internacional que pretendía avanzar el futuro de las ciudades, presentaba el primer vehículo autónomo de la historia. La audacia del momento lo hizo eléctrico, y conectado. Ocho décadas después el tiempo da la razón a aquellos diseñadores fuera de su época. En las ciudades más pobladas del mundo llevamos tiempo testando conceptos de movilidad urbana, y aquel primer vehículo parece aglutinar buena parte de la tendencia. Vehículos conectados, eléctricos, autónomos y, como consecuencia, compartidos. Así es el futuro de la movilidad urbana.
Ciudades que abrazan la movilidad eléctrica
El efecto invernadero, acrecentado por una contaminación derivada de nuestra movilidad térmica, causa buena parte del calentamiento global que, a su vez, deriva en un cambio climático. Además, como punto más urgente si cabe, esta contaminación es nociva. Por ello ciudades de todo el mundo trabajan para migrar el tipo de propulsión del motor térmico al eléctrico.Ámsterdam, Roma, Oviedo, Madrid, Barcelona, Londres… Son muchas las ciudades europeas que han limitado el tráfico térmico en el centro de las ciudades. Chengdu, Shanghái o Shenzhen son muestras de que el fenómeno es global.En esta última ciudad, además, la flota de autobuses es eléctrica desde finales de 2017. Según fuentes oficiales, Shenzhen, una ciudad con 12 millones de ciudadanos, tiene más de 16.000 autobuses eléctricos (100%) y más de 20.000 taxis eléctricos puros (94,21% sobre el total de taxis). Es solo una pequeña muestra del liderazgo chino, puesto que según el Foro Económico Mundial casi la mitad de los coches eléctricos se venden en dicho país y para 2025 representarán 1/5 parte del parque nacional.
La movilidad autónoma ya ha llegado
Al hablar de vehículos autónomos pensamos en turismos y ciencia ficción. Sí, los turismos robóticos son más estables que las motos y más maniobrables que furgones o autobuses, y por ello se están convirtiendo en la norma de movilidad robótica. Sin embargo, dejaron de ser fantasía hace tiempo.Arizona, Florida, Michigan y Pennsylvania se sumaron en 2018 a Singapur, que lleva tiempo haciendo pruebas de taxis robóticos. No son las únicas urbes en permitirlos, como han demostrado París o Madrid. NuTonomy, Waymo, NAVYA, Zoox, Didi, Uber, Ford, EasyMile o May Mobility son solo algunas de las marcas más conocidas en este mercado. Pero ni de cerca las únicas.En 2015 nuTonomy probaba en Singapur su primer vehículo autónomo y en 2016 facilitaba la solicitud de trayectos vía aplicación. A finales de 2018 Waymo abría y ampliaba esta estrategia con algunos residentes de Phoenix. Este funcionamiento resulta especialmente interesante puesto que facilita la movilidad de ancianos, personas con deficiencias visuales y menores que ahora son incapaces de desplazarse con autonomía.
- Un menor número de vehículos autónomos y compartidos liberará las ciudades de vehículos detenidos. Según la mayoría de fuentes, el vehículo en propiedad está detenido el 95% de su vida útil.
- Los taxis robóticos conducirán de forma mucho más moderada y menos agresiva que las personas. Acelerar y frenar supone, incluso con vehículos eléctricos, un gasto que podremos evitar cuando el coche en el que viajemos sepa la trayectoria y velocidad de cualquier otro cercano.
- Asimismo, hay cierto acuerdo en que la combinación de movilidad autónoma y compartida reduciría las emisiones de GEI cerca de un 80%. Para que algo así sea posible los vehículos han de estar conectados.
Vehículos conectados permanentemente
A día de hoy muchas grandes ciudades como Nueva York, Beijing, Ciudad de México o Madrid han empezado a regular el transporte compartido, con foco en vehículos personales como los patinetes. El auge de estos vehículos eléctricos conectados de serie se ha convertido en una disputa por parte de la infraestructura vial; pero también aportan muchas ventajas.Patinetes y bicicletas on-demand, con chip GPS y SIM embebida, son una alternativa con menos impacto en la última milla que hacer uso de vehículos privados más grandes como una moto o un coche, especialmente si estos son de combustión. Además, facilitan la movilidad intermodal. Montar en el metro tras hacerlo en autobús o cambiar de línea con facilidad, por ejemplo.