Hace mucho tiempo que los huertos urbanos se han integrado en el paisaje de nuestras ciudades. Sus beneficios son numerosos y multidireccionales: mantienen la relación de los ciudadanos con un mundo agrícola que les es muy remoto, sirven para sanear parcelas en desuso que de otra forma solo acumulan basura y generan ingresos a los ayuntamientos en forma de alquileres.Dicho todo esto, su papel a la hora de proveer alimentos es bastante limitado, por no decir anecdótico. Son un pasatiempo y poco más. ¿Pero qué sucedería si empezamos a tratarlos como una herramienta necesaria para garantizar la resiliencia de las ciudades?Expertos de Europa y Asia, donde este tipo de microexplotaciones están firmemente asentadas, analizaron la situación desde un punto de vista abierto durante el Smart City Expo World Congress 2019. ¿Qué papel juega la alimentación en las ciudades? ¿Cuál es su impacto ecológico? ¿Pueden los huertos urbanos dejar de ser un pasatiempo para ofrecer soluciones a problemas tan graves como la ruptura de las cadenas de suministro? Estas fueron algunas de las cuestiones abordadas.
Alimentando a una población en situación de crisis: el eslabón débil de la resiliencia
Centenares de millones de personas de todo el mundo viven en zonas expuestas a catástrofes naturales de diversa índole, desde inundaciones y tornados a terremotos y tsunamis. En muchos de estos lugares, tal es el caso de Japón, las autoridades han implementado políticas destinadas a mejorar la resiliencia de sus ciudades a través de ordenanzas y leyes que obligan a construir edificios e infraestructuras capaces de aguantar seísmos de gran magnitud.Algo parecido sucede con el suministro eléctrico. Aunque la luz es lo primero que se pierde durante una catástrofe natural, es posible utilizar generadores y placas solares para proporcionar un abastecimiento mínimo en caso de emergencia. El asunto de la alimentación ya es más peliagudo, especialmente en regiones aisladas. Fue el caso de Puerto Rico, que en 2017 perdió el 80 % de su agricultura tras ser arrasado por el huracán María.Puerto Rico pudo salir adelante, pero la seguridad alimentaria de la isla fue aniquilada y durante meses la situación fue crítica; solo los envíos de alimentos desde los Estados Unidos evitaron que el desabastecimiento continuado convirtiera el hambre en una hambruna generalizada. La eliminación temporal de la capacidad agrícola de Puerto Rico fue acentuada por la mala gestión de la ayuda recibida.Por primera vez en muchos años un país desarrollado fue testigo de lo que sucede cuando el suministro estable de alimentos se da por sentado. Y de repente, medios y políticos comenzaron a prestar atención a unos académicos que llevaban años advirtiendo de que la alimentación, más aún que la electricidad, es crítica para la supervivencia de las ciudades.
Tímidos comienzos con cariz comunitario
Países como Tailandia están expuestos a eventos climatológicos extremos con la suficiente regularidad como para tener esta lección interiorizada. Así lo dejó claro Karndee Leopairote, consejera de Future Tales Lab, durante su intervención en el Smart City Expo World Congress 2019, donde abordó un interesante proyecto de huertos urbanos que aspira a mantener una mínima seguridad alimentaria.De acuerdo con las palabras de Leopairote, el área administrativa de Bangkok solo podría alimentarse durante un día si no pudiera importar comida desde otras provincias. Y puesto que Tailandia suele ser víctima de inundaciones, es necesario buscar soluciones creativas para aliviar ese desabastecimiento inicial. La respuesta pasa por utilizar las azoteas de los edificios como huertos comunitarios a salvo de inundaciones.https://youtu.be/lYeXDO8MefMEstos tejados verdes no pueden alimentar a un bloque de apartamentos de forma sostenida, pero sí proporcionar una mínima cantidad de comida mientras llega ayuda. Además, explicó Leopairote, los huertos sirven para reforzar el sentido de comunidad entre los vecinos, que también es un factor crítico en la resiliencia de cualquier sociedad.Otros proyectos buscan llevar la idea del huerto urbano un paso más allá. Romainville, en Francia, está finalizando la Cité Maraîchère, unas torres de cristal dedicadas al cultivo local de diversos tipos de vegetales. La estructura se ha diseñado siguiendo principios de eficiencia y busca reducir el consumo energético, creando un invernadero multinivel con espacio en el sótano para el cultivo de champiñones.La Cité Maraîchère, aseguró la alcaldesa de Romainville, podrá producir hasta doce toneladas de alimentos anuales entre tomates, zanahorias y hongos. La cosecha será vendida a precio asequible a los vecinos y se utilizará en el menú de la cafetería situada en la planta baja. En cuanto al abono, las torres utilizarán residuos orgánicos compostados de origen local.
Cultivos verticales: una posible solución industrial y sostenible a la agricultura tradicional
Con todo, no es posible dar respuesta a las necesidades diarias de ciudades con centenares de miles e incluso millones de habitantes únicamente con la producción de los huertos urbanos. La agricultura industrial sigue siendo una necesidad, pero por desgracia esta actividad puede ser inmensamente destructiva. Incontables hectáreas de selva y bosque son quemadas todos los años para hacer hueco a tierras de cultivo, mientras que el uso indiscriminado de pesticidas contamina los acuíferos. Tampoco es posible ignorar el hecho de que la agricultura intensiva tiene un impacto importante en la polución del aire y el propio clima debido al consumo de combustible durante el cultivo, la cosecha y el transporte de los alimentos hasta su destino.James Macdonald cree que la industrialización de la agricultura vertical puede ser el futuro. Este investigador especializado en cultivos controlados y sostenibilidad expuso las ventajas de este tipo de cultivos que no requieren grandes espacios abiertos, puesto que se estructuran en edificios de múltiples niveles totalmente aislados del exterior para una mayor eficiencia.En esencia, se trata de llevar la granja al polígono industrial. Su empresa, Urban Crop Solutions, aspira a crear edificios con cultivos hidropónicos diversos, primero verduras de hoja y en el futuro cereales como el trigo el arroz. Según Macdonald, el uso de granjas verticales industriales permitiría reincorporar las tierras de cultivo al entorno natural y combatir así el cambio climático, pero también llevar la producción de alimentos a las propias ciudades.Otros beneficios de los cultivos verticales a gran escala son el menor uso de agua y pesticidas, la ausencia virtual de plagas y un mayor aprovechamiento circular de los recursos, puesto que los desperdicios son compostados y convertidos en fertilizante. Por contra, hay un consumo eléctrico importante debido al uso de lámparas para simular la luz solar; un aspecto que no es precisamente baladí.Otro problema importante son las barreras de acceso. Aunque en algunas partes del mundo la agricultura gira en torno a la figura del terrateniente, en otros lugares los granjeros son propietarios de sus campos. ¿Qué sucederá con ellos si este tipo de cultivo se populariza? ¿No se corre el riesgo de que las grandes empresas dominen no solo la distribución y venta del producto sino también su cultivo?Según Macdonald, la unidad de horticultura vertical más pequeña tiene el tamaño de un contenedor marítimo y múltiples agricultores podrían agruparse para formar cooperativas. Que por otro lado requerirían un número de trabajadores ínfimo frente al ineficiente cultivo de tractor y cosechadora, pero ese es un problema que trasciende el mundo rural.Imágenes | Siam Green, Urban Crop Solutions (1 y 2), Henry Be, Krzysztof Niewolny