Aunque el concepto de ciudad inteligente se suele basar en urbes singulares que muchas veces son retratadas en el relato periodístico como si fueran islas de ejemplaridad en un mar de desolación, lo cierto es que la inmensa mayoría de ellas no debe su éxito a una inagotable fuente de creatividad autóctona, sino a la observación y adaptación de ideas y actuaciones que han funcionado en otras ciudades.La inspiración en el éxito ajeno es un motor fundamental para el cambio, pero no siempre lo que funciona en una ciudad tiene por qué funcionar en otra. Esto es especialmente cierto si hablamos de municipios o incluso países con una gran disparidad demográfica o incluso geográfica. Es más, en numerosas ocasiones el primer desafío a superar consiste en compartir los conocimientos adquiridos entre distintas entidades dentro de una misma administración regional.Cambios relativamente pequeños dentro de las administraciones regionales pueden resultar en grandes beneficios a nivel de eficiencia e incluso calidad en el caso de los servicios relacionados con el cuidado de la salud física y mental de la población. Sobre este tema se pudieron escuchar algunas opiniones realmente interesantes durante el Smart City Expo World Congress 2019.
La experiencia de las regiones
España y el Reino Unido son dos países muy interesantes, puesto que sus respectivas regiones poseen un elevado nivel de autonomía administrativa en prácticamente todos los niveles, lo que ha permitido desarrollar servicios más ajustados a las necesidades de la población local. En el Reino Unido, Escocia da prueba de ello.Aunque el servicio de salud pública (NHS por sus siglas en inglés) es una organización estatal con varias ramas locales, las autoridades escocesas han logrado que sus centros de atención funcionen al unísono con los servicios sociales en lugar de mantener una relación telegráfica entre ellos. Médicos y asistentes trabajan de forma armonizada, mejorando así las tasas de éxito en el tratamiento de pacientes con necesidades que requieren cuidados domésticos o tienen necesidades que van más allá de lo simplemente tratable con medicinas.El caso escocés ha resultado ser tan ejemplar que se quiere exportar al resto del Reino Unido, pero como señaló el profesor Stuart Anderson durante su intervención en el Smart City Expo World Congress 2019, los obstáculos son importantes. Una de las mayores dificultades es cuantificar las tasas de error en unos sistemas que aún no han sido transformados digitalmente. Anderson, representante del proyecto SCIROCCO, que busca extender los conocimientos adquiridos localmente a otros aspectos de la gestión urbana, regional y estatal, puso un ejemplo muy claro: la conexión de historiales para ver por cuántos servicios "rebota" un ciudadano hasta poder determinar que debe ser tratado por un brote psicótico. Para ello sería necesario conectar las bases de datos de los servicios sociales y salud, pero también de otros como la policía, que puede tener registros de un historial por agresiones o daños a la propiedad.
La digitalización como herramienta de cambio
Es mucha la información a cruzar, y con ella los temores de la ciudadanía al Gran Hermano. La demografía no juega a favor si se considera que, según Start, el 10% de la población experimenta la mayor parte de los incidentes negativos relacionados con la salud. O en sus propias palabras, tiene una conducta que conduce a problemas. La drogadicción es uno de los más evidentes. Los wearables podrían ser una buena forma de monitorizar la salud de esta sección de la ciudadanía, pero existe la posibilidad de que sus usuarios terminen dejándolos en el cajón. Se trata de una idea interesante pero que como admite el propio Start, posiblemente no sea muy escalable o replicable región a región.Otras aproximaciones son potencialmente más exportables. El proyecto SCIROCCO está por ejemplo implicado en los ejemplares servicios de teleasistencia de Escocia y ha identificado la virtualización de los cuidados paliativos de los enfermos de cáncer como un aspecto con enormes beneficios para los pacientes y el propio sistema de salud.Reduciendo los desplazamientos de médicos y asistentes sociales gracias a las videoconferencias y el tratamiento in situ los pacientes en zonas rurales evitan desplazamientos muy complicados, todo ello mientras se sienten arropados por familia y amigos al no tener que abandonar sus casas en los últimos momentos de sus vidas.No solo es un tratamiento más humano; es además menos costoso en términos económicos. Aunque suene descarnado, para el sistema de salud público resulta mucho más económico que un paciente terminal fallezca en su hogar que en el hospital, donde puede permanecer durante semanas o incluso meses con un coste desorbitado.Adaptar lo que funciona y descartar lo que no es precisamente la labor de la doctora Cristina Nadal, Directora del Servicio Catalán de Salud. Según Nadal, el mayor problema en la optimización de los sistemas de salud es escalar las soluciones de éxito probado. Por ejemplo, en Cataluña se ha logrado conectar el sistema de todos los hospitales con los de residencias de mayores y centros de salud mental. Esto, a su vez, permite ofrecer asistencia sanitaria a ancianos que no son conscientes de su historial médico.La transformación digital, por tanto, parece preceder cualquier iniciativa destinada a integrar los cuidados que reciben los ciudadanos. Pero los baches en su camino son numerosos. Según Nadal, regulaciones como la GDPR son un obstáculo al limitar las políticas de datos compartidos, especialmente con firmas privadas, mientras que Stuart considera que el mayor reto es incubar la capacidad de innovación en unas estructuras públicas que deben descubrir prácticas de investigación e innovación más comunes en el mundo empresarial.¿Y el asunto del consentimiento? "La gente no tiene problemas en dar información personal detallada sobre su conducta a Google, como dónde come", relató Stuart, "pero tiene reticencias muy grandes a la hora de decir a la Seguridad Social dónde ha comido para que esta le diga si está comiendo de forma saludable". Un factor, el humano, que podría ignorarse fácilmente si se pierde de vista que la meta de la transformación digital de los servicios públicos es servir a la propia población.Imágenes | camilo jimenez, Dominik Lange, Marcelo Leal